Desde que el pasado mes de diciembre el Reino Unido anunciase una nueva variante del Covid-19, que era un 70% más contagiosa y que ya se había vuelto la cepa dominante en el país británico, los expertos de todo el mundo han tratado de aclarar qué significa esta nueva variante para la pandemia y para la gestión que se está haciendo en todo el mundo.
Una de las principales dudas que surgieron era si esta nueva variante afectaría a la efectividad de las vacunas, que habían empezado a llegar en las semanas previas, por lo que había mucha preocupación de que la campaña de vacunación tuviese que retrasarse si se demostraba que las vacunas perdían eficacia.
Casi desde el primer momento, las autoridades británicas confirmaron que la cepa británica no alteraba la efectividad de la vacuna, pero la falta de estudios amplios hacía que muchos tuviesen serias dudas sobre esta afirmación.
Poco después, en Sudáfrica se descubrió otra nueva variante, parecida a la del Reino Unido, pero con ciertas diferencias, lo que disparó de nuevo las alarmas. El virus está mutando, algo habitual en este tipo de organismos, que se adaptan a las condiciones para sobrevivir, y los expertos y gobernantes de todo el mundo siguen preocupados, porque si las nuevas variantes restan efectividad a las vacunas, la pandemia se alargará mucho más de lo deseable.
Un estudio realizado por el laboratorio de la farmacéutica Pfizer ha demostrado que la vacuna mantiene su efectividad para prevenir el contagio de las dos variantes, por lo que las campañas de vacunación que se han iniciado en muchos países pueden seguir adelante sin problemas.
El estudio todavía no ha sido homologado, pero fue realizado por científicos de la Universidad de Texas, en Estados Unidos, quienes detectaron que la vacuna conseguía neutralizar al virus con la mutación N501Y, que es la que provoca que sea un 70% más contagioso.
Los científicos extrajeron sangre a personas que habían recibido la vacuna de Pfizer y testaron si era capaz de neutralizar al virus, algo que confirmaron. Aun así, las conclusiones del estudio son limitadas porque no se ha hecho el estudio con todas las variantes encontradas hasta la fecha, solo con 16, lo que implica que podría haber alguna variante más, o aparecer en el futuro, que sí muestre resistencia a la vacuna.
En ese sentido, Phil Dormitzer, uno de los principales científicos detrás de la vacuna, explicó que «hemos probado 16 mutaciones diferentes, y ninguna de ellas ha tenido realmente un impacto significativo. Esa es la buena noticia», aunque matizó que eso no significa que «la decimoséptima no lo haga».
Respecto con la variante encontrada en Sudáfrica, con la mutación E484K, los investigadores tienen previsto realizar pruebas similares para determinar si esta y otras mutaciones suponen un cambio significativo en la eficacia de la vacuna, pero hasta dentro de unas semanas no podrán sacar conclusiones con garantías.
Preocupan otras y futuras variaciones
Simon Clarke, profesor de microbiología celular de la Universidad de Reading, alertó que la variante sudafricana no incluye solo una mutación, sino varias, lo que hacen que esta variante sea bastante más diferente que la británica respecto con la cepa original, lo que aumenta las probabilidades de que consiga escapar a la vacuna.
Aun así, los científicos han querido tranquilizar al mundo sobre este aspecto, porque al ser una vacuna realizada con la tecnología del ARN mensajero sintético, es relativamente sencillo modificar las vacunas para que incluyan los cambios que se detecten en estas o en futuras cepas.
Cabe recordar que, a diferencia de otras vacunas, la de Pfizer y Moderna contra el Covid-19 introduce moléculas de ARN mensajero que lo que hacen es copiar la información genética del virus —pero no el virus, por lo que la persona no puede coger la enfermedad— e introducirla en el organismo para que el sistema inmunitario lo detecte y empiece a fabricar anticuerpos. De esta forma, si en el futuro nos infectamos con el coronavirus, el cuerpo sabrá combatirlo y no enfermaremos o lo haremos de forma mucho más leve, y lo más importante, con una carga viral insuficiente para que se convierta en un peligro de contagio a terceras personas.
Así, si el virus cambia y la vacuna pierde eficacia, basta con introducir los cambios genéticos en ARN mensajero para que el organismo los detecte también, algo que según afirman los científicos podría hacerse en un periodo relativamente breve, de unas seis semanas.