Barcelona recuerda este martes, 17 de agosto, lo que ocurrió en el centro de la ciudad tal día como hoy de hace cuatro años. Un atentado terrorista por parte de un grupo de islamistas radicales acabó con la vida de 16 personas en la ciudad y otras localidades. La consternación por los hechos, todavía muy recientes en la memoria colectiva, chocó ayer con un susto que, por momentos, recordó demasiado a lo ocurrido en verano de 2017.
Un susto en pleno centro de Barcelona casi cuatro años después del terrible atentado en la ciudad
Para comprender los instantes de pánico y de desconcierto vividos este lunes, debemos comprender lo que ocurrió desde el principio. Debemos situarnos en una callejuela de la ciudad, la calle de la Boquería, situada junto al mercado del mismo nombre. Es un punto situado en pleno centro de la ciudad, a un paso de las míticas Ramblas, repletas de gente en esta época del año y escenario del atentado de 2017.
Faltaban pocos minutos para las doce del mediodía cuando la policía autonómica, los Mossos d'Esquadra, recibieron un aviso de emergencia. En él se les informaba de que se había producido una explosión en el interior del Hotel Petit Palace. Rápidamente, varias patrullas policiales se desplazaron al lugar de los hechos, acompañados de los Bomberos i el TEDAX, el servicio de desactivación de explosivos de la policía catalana.
Todos ellos acordonaron el edificio del hotel y accedieron a su interior. Mientras eso ocurría, la incertidumbre y el temor se apoderaron de las calles próximas y el recuerdo del terrorífico 17-A de 2017 se hizo presente. El 'fantasma' de un posible atentado se alimentaba de la incerteza y los Mossos, a través de sus canales oficiales, "no descartaban ninguna hipótesis", algo que hizo saltar todas las alarmas.
Lo que realmente ocurrió el lunes en Barcelona: Una falsa alarma generada por la coincidencia de dos casualidades
Sin embargo, algunos minutos más tarde, los Mossos descartaron la posible hipótesis del atentado. Tras las primeras comprobaciones, finalmente se pudo esclarecer que lo que allí había ocurrido no era más que una falsa alarma. Una mera casualidad entre dos hechos que no tenían conexión alguna entre ellos, pero que juntos dispararon la alarma.
Por un lado, en una plaza próxima, se estaban realizando actos de celebración la festividad de San Roque. A mediodía, se estaban lanzando petardos para conmemorar esta fiesta y cabe destacar que la plaza se encuentra muy cerca del hotel. Al mismo tiempo, se produjo otro hecho fortuito en el interior del establecimiento.
Uno de los huéspedes que allí se alojan vio como la mampara de cristal de la ducha de su habitación se rompía. Ello le ocasionó algunas heridas y, asustado, irrumpió cubierto con una toalla algo ensangrentada, en el exterior del hotel. Allí, varios transeúntes se asustaron, relacionando las explosiones que oían con el hombre herido que tenían delante.
Fueron ellos, estos testigos alarmados de forma errónea y precipitada, los que advirtieron a los servicios de emergencia. Temían que estuviera pasando algo grave y relacionaron dos hechos sin conexión, creando una alarma que, afortunadamente, resultó ser falsa. Aunque en un primer momento se habló de una explosión en el interior del hotel, finalmente se confirmó que el sonido correspondía a las detonaciones de la pirotecnia.
En definitiva, pues, una cadena de casualidades provocó que, por unos minutos, se encendieran todas las alarmas en Barcelona. La coincidencia de dos hechos absolutamente inconexos pero que formaron juntos una situación espeluznante despertó los peores recuerdos en la ciudad. Por suerte, todo quedó finalmente en una anécdota y Barcelona continúa viviendo un verano muy apacible.