Soledad Moreno Parra, la última víctima de género en España, encontró la muerte en el mismo lugar donde su asesino le hizo la vida imposible durante años. Hacía apenas unos días que había dado el paso de denunciar a su marido, Virgilio Solanas, tras décadas de silencio. Pero algo falló en el protocolo de protección, y llegó la tragedia.
El pasado domingo, Virgilio quebró la orden de alejamiento y se presentó en casa de la víctima. No se sabe si abrió con sus propias llaves o fue ella quien, aterrorizada, le acabó abriendo la puerta. El caso es que él cogió un cuchillo, la degolló, y luego se suicidó arrojándose por la ventana desde el cuarto piso.
Soledad Moreno Parra, Sole para los amigos, tenía 60 años, vivía en el Puerto de Sagunt (Valencia) y llevaba toda la vida trabajando como limpiadora. Durante décadas estuvo aguantando el acoso de su marido, toda clase de humillaciones y vejaciones a las que decidió poner fin el pasado 30 de abril. Se dirigió al cuartel de la Guardia Civil y denunció los malos tratos a los que le sometía su marido desde hacía años.
En la denuncia se recogen todo tipo de monstruosidades que dan una idea del infierno que vivió Sole: le apagaba el calentador mientras se duchaba, le hacía fotografías desnuda en el baño, le quitaba las sábanas mientras dormía. La cosa se volvía más violenta cuando consumía alcohol y drogas. Y aunque reconoció que nunca le había pegado, relató el estado de miedo en el que había vivido durante años.
La sinceridad de Sole fue lo que la condenó, ya que al reconocer que no hubo violencia física y tras responder a las preguntas del protocolo, los encargados del sistema de protección valoraron que había un riesgo bajo de ataque. Tras realizar la denuncia, la Guardia Civil detuvo al hombre, que reaccionó de forma desafiante. Al día siguiente lo llevaron al juzgado de guardia, que ordenó una orden de alejamiento de 300 metros.
Era la primera denuncia, no había lesiones físicas, y las vejaciones no fueron suficientes como para decretar medidas más duras. A partir de entonces, Sole se encontró con la única ayuda de su hija, de 33 años. Una semana después de la denuncia fue al ayuntamiento para tramitar algunas de las ayudas a las víctimas de violencia machista.
Pero dos días después, su marido se presentó en su casa y le cortó el cuello. Soledad había decidido dar el paso, pero el sistema de valoración de riesgo falló y ahora, tras la tragedia, la delegada del Gobierno y organizaciones feministas han puesto el grito en el cielo para que se revisen los protocolos de protección.
Vivió con miedo toda su vida
El domingo pasado, una vecina de Soledad escuchó sus gritos de socorro y llamó a la policía. Pero cuando llegaron los agentes, la mujer ya estaba muerta en el suelo, y su asesino, que era también su marido, se había arrojado al patio desde un cuarto piso. El caso y sus circunstancias ha causado una gran conmoción en su entorno.
Solo un día antes del asesinato, Soledad comentó a una vecina suya en la peluquería el temor a que su marido la matara. Relató el miedo con el que vivía por los constantes malos tratos de su marido, algo que dejó helados a los presentes. Poco se podían imaginar el fatal desenlace apenas unas horas después.
Los vecinos de Soledad solo tienen buenas palabras para ella, una persona muy conocida en el barrio. «Era una persona muy buena, humilde, ama de su casa y trabajadora», recoge en declaraciones de los vecinos el diario Levante. La víctima se dedicaba en cuerpo y alma a su trabajo, y además, sus dos grandes pasiones eran su hija y el camping donde tenía una caravana, en Estivella.
La localidad donde llevaba viviendo toda la vida, el Puerto de Sagunt, le rindió ayer un homenaje con un minuto de silencio y actos de protesta. En Valencia, la delegada del Gobierno, Gloria Calero hizo un llamamiento a revisar el protocolo para no dejar solas a las víctimas, «para que se sientan más seguras». El alcalde de Sagunt, Darío Moreno, definió el acto como «barbarie machista» y lamentó «que no hayamos podido evitarlo».