Con la irrupción de la variante Ómicron, las autoridades sanitarias de todo el mundo han encendido nuevamente todas las alarmas.
La nueva cepa del coronavirus se ha ido extendiendo con fuerza por todos los países, llegando a convertirse en la variante predominante por encima de la Delta. Su elevada capacidad de trasmisión le ha permitido expandirse sin control pese a la existencia de las vacunas.
Tras la aparición de esta nueva variante hace ya unos meses, los contagios se han disparado demostrando la gran contagiosidad de la cepa.
Según las primeras predicciones, Ómicron es dos veces más infecciosa que delta y aumenta drásticamente el riesgo de reinfecciones. Un último estudio realizado en Reino Unido muestra un aumento de tres a ocho veces en la tasa de reinfección de la variante Ómicron en comparación con otras como la delta y la beta.
Sin embargo, la nueva variante también presenta una cara positiva. Pese a ser más contagiosa, la enfermedad se manifiesta con síntomas más leves.
Las personas que se contagian, especialmente aquellas que están vacunadas, presentan un pronóstico médico más favorable y requieren menos cuidados hospitalarios. De ahí que las tasas de hospitalización y fallecidos sean más bajas pese a existir un mayor número de infectados.
Las diferencias entre las variantes Ómicron y Delta: mayor contagio, menor gravedad
La alta tasa de vacunación, unida a la inmunidad generada en la población tras la expansión de la variante delta, está provocando que Ómicron sea menos severa que su predecesora.
Independientemente de la variante, los síntomas que manifiestan las personas que se contagian de coronavirus pueden ser bastantes similares.
Los estornudos, la fiebre, la secreción nasal, el dolor de cabeza, la tos o la fatiga son algunos de los síntomas comunes en ambas variantes.
Sin embargo, existen algunas dolencias claves que nos ayudan a diferenciar entre Delta y Ómicron. Por ejemplo, la pérdida de olfato y gusto es un claro indicativo de la primera. Ha sido el signo de infección más frecuente en los casos diagnosticados a lo largo del año pasado.
Además, la dificultad para respirar también ha sido otra de las principales manifestaciones de la variante Delta del virus. Esto se debe a su gran capacidad para afectar a los pulmones, a diferencia de su sucesora, que suele quedarse en las vías respiratorias altas y causar síntomas más propios de un resfriado.
Según los resultados mostrados por el último estudio de la Universidad de Medicina de Hong Kong, la variante Ómicron no suele llegar hasta los pulmones.
Aunque es capaz de replicarse a sí mismo 70 veces más rápido que la variante delta, lo hace en los bronquios, reduciendo su capacidad de derivar en una neumonía.
Los síntomas de la variante Ómicron: sudores nocturnos, lumbalgia y náuseas
En los últimos meses se ha observado que los pacientes infectados por Ómicron no presentan la pérdida de sentidos tan característica de su predecesora. Tampoco la fatiga y el daño pulmonar de los pacientes contagiados por la Delta.
La variante Ómicron suele manifestarse con un cuadro médico leve y síntomas propios de un resfriado: secreción nasal, dolor muscular, tos, estornudos, irritación leve de garganta...
Sin embargo, los pacientes también suelen presentar síntomas muy característicos que pueden ser un buen indicativo del contagio: sudores nocturnos, lumbalgia, náuseas, conjuntivitis y pérdida de cabello.
Afortunadamente, debido a la elevada tasa de vacunación, los contagiados por esta nueva variante cursan la enfermedad de forma más leve y se recuperan más rápidamente.