Sara de Celis García tenía 26 años cuando su novio Jaime la asesinó de manera brutal en su domicilio de Granadilla, en Tenerife. Ahora, dos años y medio después, el caso ha sido por fin calificado como asesinato con alevosía. Hasta ahora, la fiscalía sostenía que se trataba de un simple homicidio.
La Fiscalía ha rectificado tras escuchar las conclusiones finales del juicio celebrado esta semana en la Audiencia Provincial. Ahora considera el crimen como un asesinato con alevosía, y el acusado podría ser condenado a 25 años de cárcel. Se suma así a la petición de la acusación particular.
La rectificación de la Fiscalía se debe en buena medida a la encomiable lucha de Asun, la madre de Sara. Esta madre coraje lleva tiempo peleando para que la muerte de su hija sea considerada un asesinato. El jurado popular dará a conocer hoy su veredicto sobre un caso con una historia muy dura.
Una nueva vida para Sara
El crimen de Sara, ocurrido el 25 de noviembre de 2019, conmocionó a toda España por su inusual crueldad. Sara había sido sometida durante meses a un control enfermizo por parte de su pareja, un colombiano de 29 años. Murió en un ataque brutal, degollada y apuñalada varias veces en el cuello.
Sara nació en León, y con ocho años se trasladó junto con sus padres a Tenerife para empezar una nueva vida. Poco antes su tío Amador se había mudado a la isla, y sus padres siguieron el mismo camino en busca de empleo. Se instalaron en Granadilla, donde han vivido todo este tiempo.
Sara, que había perdido a su padre hace unos años, estudió un módulo de informática e hizo prácticas en el ayuntamiento. Allí la recuerdan como una mujer muy alegre, muy jovial y discreta. Durante un tiempo estuvo saliendo con otra pareja sentimental, y hacía poco que había conocido a Jaime.
Sufrió un auténtico calvario
Como suele suceder con este tipo de maltratadores, Jaime era muy tranquilo y calmado a ojos de los demás. Los familiares de la joven nunca sospecharon de aquel joven educado que parecía muy enamorado de Sara. De puertas para dentro, sin embargo, ella estaba sufriendo un auténtico calvario.
Tras cinco meses de convivencia, Jaime había mostrado su verdadero rostro y Sara estaba muy agobiada. Así lo revelaron las conversaciones de WhatsApp que mantenía con una amiga suya. “No sé manejar la situación, espía mi móvil, tengo mucha ansiedad”, le confesó Sara a su amiga.
Cuatro días antes de morir le hizo estos comentarios: “No sé cómo decirle las cosas, dejé el móvil apagado cargando por la noche en el baño y cuando lo miré estaba encendido con la pantalla del PIN”. “No soy idiota, estoy muy agobiada, tengo mucha ansiedad”, reiteró, “no sabes lo que me molesta”.
Los dos vivían en casa de la abuela de Sara, que el 25 de noviembre de 2019 presenció como Jaime la mataba. La autopsia reveló que tenía heridas punzantes por todo el cuerpo, una de ellas muy profunda en el cuello. Cuando llegaron los servicios de emergencia, la víctima ya estaba muerta.
Asun, una madre coraje
Asun asegura que el asesino tenía a su hija vigilada, “la fue apartando de mí y no la dejaba estar a solas con nadie”. Tras la muerte de su hija emprendió una lucha para que ningún crimen machista quede impune. “Nadie mata a su pareja por un calentón, sino porque no soportan perder el control sobre ellas”, dice.
Sara murió en el momento en el que decidió salir de una relación tóxica. “Él la manipulaba”, cuenta Asun, “la tenía sometida psicológicamente, él lloraba y le decía a Sara que no tenía a donde ir”. Por eso ella no decía nada, por eso sufrió en silencio durante meses la situación que estaba viviendo.
Como el resto de las víctimas, Sara creía que podía manejar la situación ella sola y quizás hacerle cambiar. La madre ha tenido que revivir el crimen durante el juicio, lo que en violencia de género se conoce como revictimización. Ahora levanta la voz para que cambien las leyes y se proteja a las víctimas.