Hernán y Edgar, hondureños, compartían piso con el ecuatoriano Galo en un inmueble de Torre Pacheco (Murcia). El pasado 8 de mayo discutieron por las tareas del hogar y la cosa estuvo a punto de acabar en tragedia. Degollaron a su compañero de piso, que salvó la vida de milagro.
Al salir del hospital, Galo se ha llevado una desagradable sorpresa al saber que Hernán y Edgar están en la calle La Fiscalía no solicitó el ingreso en prisión de los agresores, y la juez no lo considera una tentativa de homicidio sino un delito de lesiones. Les ha dejado en libertad, en calidad de investigados.
Galo sostiene que sus compañeros de piso trataron de asesinarle y reconoce que la decisión judicial ha sido “un jarro de agua fría”. Ha pasado doce días hospitalizado, y aún se ven las cicatrices en un brazo y en la yugular. La víctima tiene claro que sí está vivo es porque “Dios no quería que muriese”.
Problemas de convivencia
Los dos agresores y la víctima compartían piso en un inmueble de la calle Mayor de Torre Pacheco, en Murcia. El propietario alquila las cuatro habitaciones a inmigrantes que tratan de ganarse la vida trabajando en el campo. Galo trabaja en una empresa de servicios agrícolas y paga 150 euros de alquiler.
Hernán llegó en marzo a este piso donde cada inquilino debe cumplir una serie de normas básicas de convivencia. De lunes a viernes hay que mantener limpios los aseos y la cocina, y el fin de semana hacer limpieza a fondo. Pero desde la llegada de Hernán, la convivencia se volvió muy difícil.
Hernán no cumplía las tareas asignadas en la limpieza y el orden del piso, y después de un mes y medio Galo se lo recriminó. Así empezaron los rifirrafes, y a medida que Galo le iba reprochando su actitud, Hernán se iba calentando. Hasta que el 8 de mayo se desencadenó el violento ataque.
Salvó la vida de milagro
Ese día el ecuatoriano volvió al piso sobre las diez y media de la noche y encontró a Hernán tomando cervezas con su amigo Edgar. Tenían la música puesta a todo volumen y Galo les dijo que se tenía que levantar a las cinco y media de la madrugada. Les pidió que apagaran la música, la tele y la luz.
Hernán le partió una botella de cerveza en la cabeza y cogió un cuchillo para degollarlo mientras estaba en el suelo. Edgar le agarraba las piernas para que no se pudiera mover mientras Hernán trataba de rebanarle el cuello. “En mi país las cosas se arreglan así”, manifestó el agresor.
Galo le pidió a su agresor que no lo matara porque tenía un niño pequeño, pero este no tuvo clemencia. Logró salvar la vida protegiendo su cuello con un dedo y haciéndose el muerto. Otro inquilino del piso vio los hechos y llamó a la policía, impidiendo que los agresores consumaran el crimen.
Esto ha dicho la magistrada
El juzgado de instrucción ha emitido un auto de libertad provisional, aunque con posibilidad de recurso. Galo tendrá que personarse como acusación particular si quiere recurrir, pero no tiene medios económicos para hacerlo. Cuando pidió explicaciones en el juzgado, le dijeron que los agresores no tienen antecedentes.
El auto concluye que se trata de un “delito leve de lesiones”, aunque la magistrada reconoce que “los hechos revisten especial gravedad”. El auto deja claro que el ataque puso en riesgo la integridad física y la vida de la víctima. Y hace referencia a los “indicios racionales de verosimilitud de la denuncia”.
La juez se remite al atestado policial para determinar que el agresor “utilizó un cuchillo de grandes dimensiones”. Los detenidos admitieron la agresión pero lo atribuyen a un mero forcejeo en el que todas las partes resultaron lesionados. A tenor de las lesiones, esta versión no tiene credibilidad.
Galo presentaba un corte de 3 centímetros de longitud desde la oreja hasta la tráquea, además de heridas por todo el cuerpo. Los agresores fueron interceptados cuando intentaban huir. Ahora Galo espera que la justicia reaccione, mientras sigue en el piso donde ha cambiado la cerradura.