Santi tiene sólo 15 años, y más allá de su adicción a los videojuegos parecía a los ojos de todos un adolescente de lo más normal. Algo tímido y retraído, pero muy activo en redes sociales como cualquier chaval de su edad. La frialdad con la que mató a sus padres y a su hermano de diez años sigue siendo un enigma.
Hasta ahora había trascendido parte de la declaración que el menor realizó ante los agentes cuando descubrieron los cadáveres. En concreto, aquella parte en la que revelaba el motivo de los crímenes. Su madre Encarni le había castigado sin internet y sin consola por su bajo rendimiento académico.
Ahora, el diario El Mundo revela la otra parte de su declaración en la que cuenta por qué mató también a su padre Jaime y a su hermano de diez años. El relato, una vez más, pone los pelos de punta y revela una personalidad psicopática. Un crimen estremecedor cometido sin ningún atisbo de remordimiento.
El origen de los crímenes
El martes 8 de febrero, llegó del colegio y su madre le pegó la bronca por haber suspendido cinco asignaturas. Le llamó vago, le dijo que se iría a trabajar en el campo con su padre los fines de semana. Le amenazó con dejarle sin wifi y sin consola, motivo que Santi encontró más que suficiente para matarla.
El muchacho subió a la parte de arriba y cogió la escopeta de caza de su padre que estaba en el armero. Bajó los peldaños otra vez, se dirigió hasta la cocina donde estaba su madre, y le pegó dos tiros por la espalda. Luego se acercó al cuerpo moribundo y disparó una vez más para rematarla.
Según el relato de Santi, el único asesinato meditado fue el de su madre, y los siguientes fueron una sucesión de impulsos. Asegura que no planeaba matar a su familia, y revela por qué mató a su padre y a su hermano. Acabó con sus vidas para que su hermano no lo delatara y su padre no se enfadara.
Esperó a su padre en la cocina
Al haber matado a su madre, su hermano escuchó los disparos, entró en la casa y vio a Santi con la escopeta. Santi no se lo pensó dos veces y le disparó cuando este intentaba escapar “para que no me delatara”. Luego llevó los cadáveres al garaje y esperó a que llegara su padre “cuatro o cinco horas”.
Al oír el coche se escondió detrás de la puerta de la cocina para sorprenderle. Nada más cruzar la puerta, Jaime recibió un tiro en la mandíbula quedando malherido en el suelo. “¿Qué haces? Estoy sangrando”, logró articular antes de recibir otros dos disparos “porque sabía que se iba a enfadar”.
Acto seguido envió un mensaje con el teléfono de su padre a su jefe para decirle que al día siguiente no iría a trabajar. Arrastró el cadáver de su padre hasta el cobertizo, junto con los otros dos, y entró de nuevo para limpiar la casa. Se duchó, se hizo la cena y se encerró en su habitación para jugar a los videojuegos.
Así desveló lo que había hecho
Santi sabía que después de matar a su familia le esperaba un largo encierro en un centro de menores. Así que se dispuso a disfrutar a tope de unos días de soledad y libertad en el chalet aislado de la pedanía de Algoda, en Elche. Se trata de una casa con una gran extensión de terreno que ofrece aislamiento.
Durante aquellos días comunicó al colegio que tenía coronavirus y contestó a los whatsapp de su madre para mantener el engaño. El viernes 11, extrañada porque su hermana no le cogía las llamadas, la tía de Santi se personó en la casa. El adolescente la recibió con un “no los molestéis, están durmiendo”.
Ante las amenazas de su tía de llamar a la policía, Santi decidió acabar con el engaño y le mostró una foto de los cadáveres: “Mira, los he matado”. Minutos después llegaba la policía, ante la cual el adolescente relató fríamente lo ocurrido. Su frialdad sobrecogió a los agentes que comprobaron una por una todas sus afirmaciones.
La mente de Santi, el gran enigma
A pesar de tener sólo 15 años y de ser un adolescente aparentemente normal, Santi relató lo ocurrido con suma tranquilidad. Explicó los hechos como un espectador que lo estuviera viendo todo desde fuera. Respondió con calma a todas las preguntas que le hicieron, sin ningún resquicio de nervios ni arrepentimiento.
La confesión de Santi fue tan certera, tan completa y tan llena de detalles que el juez que lleva el caso dio la investigación por cerrada. El joven se encuentra ahora internado en un centro de menores en Valencia, a la espera de la decisión judicial. Todo apunta a que el menor pasará ocho años en régimen cerrado.
El pasado lunes, familiares y amigos de los fallecidos enterraron sus cuerpos entre el dolor y la incomprensión. Todos se siguen preguntando qué pasó por la cabeza de Santi para matar a su familia con tanta frialdad. Una pregunta que quizás no tenga respuesta, o que quizás solo la conozca el propio Santiago.