La euforia ante la llegada de la «nueva normalidad» se vio rápidamente apagada por el jarro de agua fría de los rebrotes. La vuelta al trabajo, las terrazas y las playas nos han hecho olvidar que el virus sigue aquí y las inevitables consecuencias de retomar el contacto social no han tardado en aparecer en forma de múltiples brotes fuera de control.
Aunque los expertos esperaban que el verano actuara de cortafuegos, se ha demostrado que el calor debilita al virus, pero no elimina la transmisión. Algo juega a nuestro favor: las actividades al aire libre y el efecto desinfectante de la exposición solar prolongada reduce el riesgo de contagio, sin perjuicio de que se sigan las recomendaciones habituales de protección.
Aun así, los brotes son inevitables y, de hecho, pueden llegar a ser algo positivo de cara a la segunda ola. Es muy improbable que antes de acabar el año esté disponible una vacuna contra el Coronavirus. Ante esa realidad, los brotes pueden ayudar a alcanzar el umbral suficiente de protección en la población, conocida como inmunidad de rebaño.
Los resultados definitivos de seroprevalencia muestran que sólo un 5-10% de la población en España se ha infectado (excluyendo las residencias geriátricas). Esto significa que hace falta al menos un 40% más para llegar al 50% que se considera el mínimo necesario.
Pero hay otro fenómeno. Los nuevos brotes afectan sobre todo a personas más jóvenes y la proporción de casos graves y la mortalidad son muy bajos. Eso cambia el escenario de marzo y abril, cuando el Covid-19 hacía estragos entre la población mayor de 65 años y con niveles de mortalidad muy elevados. Mil personas al días.
Por lo tanto, los expertos empiezan a ver los rebrotes como algo positivo. Con menos nivel de mortalidad y en ausencia de la vacuna, se puede tolerar un ritmo asumible de contagios entre personas no vulnerables hasta el otoño, aseguran. Una buena estrategia para prevenir una segunda ola consistiría en tolerar brotes entre personas no vulnerables durante el verano.
La exposición a pequeños focos de Coronavirus se asocia a formas leves o asintomáticas. Algunos pacientes con pocos síntomas no desarrollan anticuerpos o los pierden muy pronto. Pero las investigaciones recientes sugieren que en estos casos también se produce memoria inmune, de modo que habría protección parcial frente al Covid-19.
En Italia, donde la pandemia ha adquirido mayor benignidad, continúa habiendo nuevos diagnósticos pero muy pocos padecen formas graves o requieren hospitalización. Esto plantea un nuevo escenario que podemos utilizar a nuestro favor para seguir luchando contra el virus.
Evitar el confinamiento
La clave ahora es evitar nuevos confinamientos. El confinamiento general fue una medida excepcional para evitar el colapso del sistema sanitario, pero causó un gran perjuicio a las economías nacionales y la prioridad es evitar llegar a eso. Ahora se puede programar una protección más inteligente de las personas más vulnerables.
En marzo y abril coincidieron los contagios de los ancianos con las deficiencias del sistema sanitario, y muchos médicos y enfermeras se pudieron enfermos por la falta de material de protección suficiente. La avalancha de pacientes desbordó los hospitales y la atención no siempre fue como hubiera debido ser.
Pero ahora disponemos de un sistema mejor preparado y de mayor conocimiento sobre el coronavirus. También existe una mayor previsión, y remedios como la dexametasona y el remdesivir. Las residencias de ancianos también están mejor atendidas.
Por eso todos los esfuerzos se centran ahora en la vigilancia y el control. La clave es que los focos localizados, que son inevitables, no se conviertan en contagios comunitarios y masivos que produzcan un nuevo colapso de los servicios. En este contexto se prioriza el confinamiento selectivo, para permitir que la actividad económica siga hacia adelante.
Así aprendemos a convivir poco a poco con el virus. Se trata de recuperar la normalidad sin poner en riesgo la vida de nuestra población más vulnerable. En ese sentido se pone el acento en mejorar la atención médica a ancianos en domicilios y geriátricos, idear pruebas de diagnóstico rápido y fortalecer las medidas de prevención como la mascarilla y la distancia.