El próximo mes de juliol se cumplirán tres años desde que Pablo Casado asumió la presidencia del PP. La dimisión de Mariano Rajoy tras ser despojado de la presidencia del Gobierno llevó a los populares a un congreso en el que fueron tres los candidatos a liderar la gran formación del centro-derecha español: la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la exministra María Dolores de Cospedal y un joven Pablo Casado que teminó venciéndolas y tomando el mando de un PP que iniciaba entonces una etapa con una línea clara: se asumía un periodo de meses en la oposición pero el objetivo pasaba por volver a la Moncloa por la vía rápida.
Las elecciones de abril de 2019 y su repetición en noviembre disuadieron rápidamente las pretensiones de Pablo Casado, que supo que para que el PP volviera a reconquistar la Moncloa debería trabajar a destajo y durante años, ante un Gobierno de coalición entre el PSOE y Unidas Podemos que, aunque cuenta con dificultades aritméticas, ha sido capaz en los 14 meses que llevamos de legislatura de aprobar los primeros presupuestos de su mandato y renovar en varias ocasiones el estado de alarma que se ha tenido que aplicar por la situación de pandemia.
Ante este panorama, Pablo Casado se vio obligado a aguardar su tiempo en la oposición. Sus propósitos pasaban por afianzarse como líder del PP y ser capaz de hacer entrar a su partido en una dinámica electoral positiva; a la vez que actuar como jefe de la oposición que es y que se visualizara en él una alternativa de gobierno real. En definitiva, Casado pretendía forjar su liderazgo interno y externo. Pero una cosa es la idea previa y la otra, bien distinta, es la realidad, donde influyen multitud de factores. Lo cierto es que en escasos meses se cumplirán tres años desde la llegada de Casado a la presidencia del PP y, hoy por hoy, parece muy difícil que Casado pueda llegar a la presidencia del Gobierno.
Casado, un líder titubeante a nivel interno
Ningún indicio fruto de la realidad permite imaginar a Casado en la Moncloa. La primera causa es que su liderazgo interno en el PP ha estado constantemente en duda y no son pocas las voces que, con más o menos fuerza, han puesto en duda su capacidad de aglutinar el partido. Casado no ha sido capaz de coser las dos alas de la formación, y lejos de erigirse como el líder que representa tanto al ala centrista como a la más derechista del PP, ha protagonizado constantes gestos y declaraciones públicas que se han interpretado como vaivenes que han generado desconfianzas hacia él desde todos los sectores de la formación.
Enfrentado con Cayetana Álvarez de Toledo desde su destitución como portavoz parlamentaria, a su vez Casado se ha mantenido al lado de Isabel Díaz Ayuso —aunque internamente sea consciente que la líder regional madrileña podría sucederle si se hace fuerte en Madrid el próximo 4 de mayo. Mientras Casado tejía esta relación ambivalente con el ala derechista, los barones moderados del PP —especialmente, el gallego Alberto Núñez Feijóo y el andaluz Juan Manuel Moreno Bonilla— tampoco se han mordido la lengua al reclamar actitudes más centradas de su formación.
Como vemos, tiras y aflojas que Casado no ha sido capaz de unir bajo su mandato y que siguen dando al PP una sensación de polifonía que perjudica de pleno a su liderazgo. Para más inri, cabe sumar que el PP sigue en el ojo del huracán del caso Bárcenas. El juicio al extesorero regala periódicamente titulares que dejan en muy mal lugar al partido y a algunos de sus pesos pesados históricos, de los cuales Casado no acaba de desligarse. A su vez, nombres de peso como José María Aznar han enfriado su apoyo sobre Casado —Aznar fue, de alguna forma, el mentor de Casado en sus inicios en política.
Estancamiento electoral... y con Vox pisándole los talones
Un débil liderazgo interno que traspasa a la luz pública. La situación de absoluta debilidad de C's debería servirle al PP no tan solo para absorber algunos de los nombres destacados de la formación —de momento tan solo Fran Hervías ha hecho el paso—, sino para ampliar su base electoral y notar un amplio crecimiento en las encuestas. Pero nada más lejos de la realidad. El PP parece estancado electoralmente según todos los estudios demoscópicos.
Sin embargo, quien crece sin parar es Vox. La formación de Santiago Abascal está atrayendo votante de derechas de forma masiva y el último CIS ya le brindaba un 15% de intención de voto, muy cerca del PP, que bajaba del 18%. Si la tendencia actual no cesa, y no parece que vaya a hacerlo, no parece descabellado que Vox acabe siendo la principal fuerza del bloque de derechas en España en las encuestas a medio plazo, algo que sin duda confirma lo lejos que Casado está de la Moncloa.
Con todo este panorama, ya hay algunas voces que empiezan a reclamar un revulsivo al frente del PP, tras tres años con Casado al frente y sin ningún indicio para el optimismo. La victoria de Díaz Ayuso en Madrid el 4 de mayo, que se da por segura a falta de ver en qué grado se produce —incluso si gana por mayoría absoluta—, podría poner en jaque a Casado y situar a la presidenta madrileña en posiciones de poder arrebatarle el liderazgo del partido. Su nombre sería mucho más competitivo electoralmente ante Vox y podría suponer al PP la renovación que le diera el empuje electoral necesario.
Tal y como están las cosas, todo indica que Casado no podrá cumplir su propósito de llegar a la presidencia del Gobierno: y más aún, su liderazgo en el PP puede tener una pronta fecha de caducidad.