Los expertos tienen claro que la crisis del Coronavirus no va a terminar hasta que se encuentre una vacuna, y este se ha convertido en el gran objetivo de la comunidad científica. Pero a medida que se acerca el descubrimiento van apareciendo nuevos problemas, como la posible guerra de patentes, conflictos por la distribución y para quién serán los primeros lotes.
La carrera para dar con la vacuna definitiva ha empezado, y de los 100 proyectos en todo el mundo, al menos ocho han comenzado a testarse en seres humanos, al mismo tiempo que los gigantes farmacéuticos están desarrollando más capacidad para fabricar cientos de millones de dosis de sus propias vacunas o las de sus socios.
En la carrera también participan los gobiernos, como el de Estados Unidos o la India, que invierten dinero para acelerar los test clínicos y conseguir que las dosis estén disponibles en sus respectivos países lo antes posible. Esto puede desencadenar una guerra por la patentes, y que en un principio la vacuna no pueda distribuirse por igual en todos los sitios.
De momento nadie se atreve a fijar plazos. Los científicos aseguran que los proyectos se están desarrollando a velocidades sorprendentemente rápidas, pero aún no hay garantías de que ninguna de ellas sea capaz de estar operativa a corto plazo. Algunas, como las de Pfizer y Moderna, se basan en tecnologías nuevas que aún no han sido autorizadas.
En Estados Unidos planean incluso que la Agencia de Medicamentos del país permita su uso sin disponer de todas las evidencias que marca el protocolo con el fin de acelerar la puesta en marcha de la vacunación. En algunos países, como España, hay acuerdos para que la distribución sea igualitaria, pero esto no sucede en todas partes.
Varios fabricantes de medicamentos con capacidades para fabricar vacunas contra el Coronavirus se han comprometido a entregar millones de dosis este año, pero el suministro necesario para vacunar a la población en general, podría no estar disponible hasta bien entrado el año 2021, según las proyecciones de las compañías y los expertos en vacunas.
Ante estas previsiones, muchos expertos ya se ven a venir el problema que surgirá cuando salga la vacuna: ¿Quienes irán primero? Por ahora, se da por sentado que cuando salga la vacuna, será administrada con prioridad al personal sanitario y a la población de riesgo. Una de las grandes esperanzas, en ese sentido, es que varios proyectos logren desarrollar su vacuna a la vez y eso permita aumentar las dosis.
«Lo ideal sería disponer de siete u ocho mil millones de dosis al día siguiente de la licencia», dice Walter Orenstein, del centro de vacunas de la Universidad Emory, en Atlanta, «pero lo más seguro es que no tengamos suficientes ni para vacunar a toda la población de Estados Unidos». Ante esto, los primeros suministros serán limitados.
Y esto ha desatado maniobras para estar bien posicionado en función de qué países sean los primeros en obtenerla, como las subvenciones que reciben empresas por parte de los Estados Unidos para que reserven las primeras dosis para los estadounidenses.
Por lo que respecta a los grupos de población, los primeros serán los trabajadores sanitarios y de atención primaria, además de trabajadores esenciales como empleados en supermercados, farmacias, proveedores de alimentos y de medios de transporte público.
Queda por saber si los ancianos se beneficiarán de la vacuna contra el coronavirus, ya que los sistema inmunológicos se deterioran con la edad y puede reducir la eficacia de las vacuna en los adultos de más edad. Algunos ensayos de vacunas contra el coronavirus han demostrado que las personas de más edad tienden a tener menos respuesta inmunitaria.