Las manifestaciones contra el Gobierno de Pedro Sánchez en insignes barrios de élite como el de Salamanca han causado estos últimos días una mezcla de estupor e hilaridad en la opinión pública, pero ahora las protestas se extienden a barrios obreros y populares de Madrid llevando la indignación contra el ejecutivo a otro terreno muy diferente.
Los medios empiezan hoy a tomarse mucho más en serio la reacción de nuevos sectores que desde barrios tradicionalmente de izquierdas como Opañel, en Carabanchel, y San Blas, salen a la calle denunciando que aún no han cobrado el ERTE, que no aguantan más parados y que están gastando sus ahorros en pagar el alquiler y la comida.
Lejos de las tiendas de lujo y grandes marcas que estos últimos días eran el trasfondo de las manifestaciones en Núñez de Balboa, los manifestantes de los barrios obreros aseguran que las protestas no tienen color ni ideología: «Venimos a defender nuestro trabajo».
Uno de los ciudadanos que ayer salió a protestar en Opañel fue Manuel, un camarero que se ha quedado en el paro con 58 años y que, con la bandera de España colgada en la espalda, reivindica su clase social: «Esto no es el barrio de Salamanca, no somos empresarios, somos gente humilde que necesitamos una solución».
Es uno de los muchos casos de personas en el paro y desesperadas porque no ven un horizonte en la crisis que se nos viene encima, y que se manifestaron sin las aglomeraciones de otras zonas de Madrid como el Paseo de la Castellana, respetando la distancia de seguridad y las medidas como el uso de mascarillas. Las principales consignas fueron «Sánchez dimisión» y «Libertad».
Muchos de los concentrados llevaban sus cacerolas, que hicieron sonar al unísono con otras gente que les apoyaba desde las esquinas o el balcón de sus casas. Pero también hubo momento de tensión, ya que algunos vecinos reprochaban los motivos de los manifestantes y les gritaban «Sanidad pública» y «El pueblo unido jamás será vencido».
Los manifestantes les respondían que iban a perder sus negocios, que estaban sin trabajo y sin cobrar las ayudas, pero los vecinos les respondían que peor sería si estuvieran muertos. La protesta, inspirada por las reacciones antigubernamentales de Núñez de Balboa, acabó en una batalla de argumentos que en muchas ocasiones sí recordaba a la división entre izquierda y derecha.
Pero la realidad es que Carabanchel es un barrio de izquierdas. En las pasadas elecciones generales el PSOE sacó un 31% de los votos, y en las municipales arrasó Más Madrid con un 42%. La ola de indignación que ahora parece levantarse allí procede del movimiento llamado Resistencia Democrática, que según sus creadores no responde a ningún partido político ni está adscrito a ideologías.
Ahora la indignación va creciendo y al Paseo de la Castellana, Núñez de Balboa, Plaza de España, Chamberí y Aravaca, donde se venían sumando adeptos a las caceroladas, se han unido barrios obreros como San Blas, destacando la calle de Suecia y la calle de Yecora con Arcaute, Tetuán, Las Rosas, Aluche y Villaverde.