Se intuía ya antes del 4 de mayo pero se ha rubricado después: las elecciones en la Comunidad de Madrid han marcado un antes y un después en el tablero político nacional. Aunque es pronto para tomar el pulso a la sociedad española y analizar la repercusión que ello tiene en las encuestas, la reforzada victoria del PP, el fracaso mayor de lo esperado del PSOE, la desaparición de Ciudadanos y la pérdida de liderazgo de Unidas Podemos son factores que hacen convulsionar el plano estatal de la política española y que conducen a pensar que puede producirse un punto de inflexión.
La incógnita está en si tal cambio va a ser suficiente como para poner en apuros a Pedro Sánchez e impulsar a Pablo Casado hacia la Moncloa. Solo el tiempo lo dirá, pero lo que es evidente es que uno y otro líder —el del PSOE y el del PP— van a ponerse a trabajar desde ya en sentidos opuestos: Sánchez, para evitar que la onda expansiva de Madrid llegue al palacio presidencial; Casado, para montarse en la ola y aprovechar el tirón para disputarse la presidencia del Gobierno con Sánchez. Ambos son conscientes de la situación y ya tienen su plan perfecto para los próximos meses.
Casado, la ocasión perfecta para forjar su liderazgo
Ya en la celebración de la noche electoral en la calle Génova, Pablo Casado fue hábil: «Madrid ha demostrado que otro tipo de gestión es posible», pronunció, apuntándose al carro ganador del modelo de Isabel Díaz Ayuso y confrontándolo con el del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez y Unidas Podemos. No hay duda de que Pablo Casado ha visto, tras el 4 de mayo, la ocasión perfecta para conseguir lo que no ha logrado desde que, en verano de 2018, llegó a la presidencia del PP: afianzar su liderazgo, condición 'sine qua non' para llegar a Moncloa.
Abrazando el modelo Ayuso, Pablo Casado pretende en primer lugar acabar de atar la renovación de las estructuras provinciales y autonómicas del partido. El relevo en la Comunidad Valenciana de Isabel Bonig —que hoy ha abandonado la política— por el presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, es un ejemplo claro de ello: situar en cargos clave a nombres afines a su figura. Cantabria, Canarias y Extremadura son otras de las regiones que están en vías de ser controladas por Casado, que va a ceder el poder íntegro del PP de Madrid a Isabel Díaz Ayuso.
Antes de verano, se espera que se convoque en el Congreso de los Diputados el debate sobre el estado de la nación, que no se celebra desde 2014. Será un escenario muy destacado donde Casado debe marcar perfil propio ante toda España. Una ocasión perfecta para acabar de abonar su popularidad y crecer en las encuestas. Internamente, la convención nacional de otoño es el instrumento con el que Casado pretende afianzar su presidencia: los planes del PP prevén que en los meses finales del año, los populares hayan podido revertir la tendencia decreciente y estén en condiciones de batallar de tú a tú con Sánchez.
Sánchez jugará la carta de la estabilidad
Ante tales riesgos, Sánchez también tiene claro el guión a seguir en los próximos meses. Si en las últimas semanas se había especulado con la posibilidad de convocar elecciones anticipadas para impedir a Casado ganar tiempo y apoyos electorales en los próximos meses, ahora parece que la estrategia de la cúpula de Moncloa pasa precisamente por lo contraro. Nadie esperaba en el PSOE el batacazo de Ángel Gabilondo en Madrid, sacando el peor resultado de la historia para los socialistas madrileños y cayendo a tercera fuerza, por detrás de Más Madrid.
Para evitar el peligro de nuevas e innecesarias sorpresas electorales, los nuevos planes de Sánchez pasan por su apuesta por una legislatura larga. El Gobierno de coalición tiene fecha de caducidad en otoño de 2023. Dos años y medio largos por delante donde el PSOE tendrá margen de maniobra para gestionar y la oportunidad de marca perfil propio con la gestión de los fondos de recuperación que empezarán a llegar de Europa en el próximo ejercicio. Aprovechando la estabilidad de la coalición y el adiós de Pablo Iglesias, algo que facilita el entendimiento entre socios, Sánchez apuesta ahora por alargar al máximo la legislatura y desgastar así a Casado.
El mero hecho de que el líder del PP no pueda jugar la batalla electoral hasta dentro de dos años y medio puede jugar una mala pasada a Casado y, una vez toque techo tras iniciarse la nueva tendencia electoral, quemarse políticamente e iniciar un descenso que brinde una nueva oportunidad a Sánchez. En todo caso, el presidente del Gobierno busca ahora tirar la pelota adelante para situar la confrontación electoral en un tiempo incierto, pero menos peligroso que el de los próximos meses.