La doctora Noelia de Mingo era una médico residente de reumatología. Tenía una vida normal, hasta que un día empezó a oír voces en su cabeza.
En ese entonces trabajaba en el hospital de la Fundación Jiménez Díaz. Era el 4 de abril de 2003, y protagonizó uno de los crímenes más recordados de nuestro país.
Noelia asesinó en el hospital a una compañera suya, también residente, a una paciente, y a un hombre que visitaba a su esposa. Además, hirió a otras cinco personas.
En total asestó con un cuchillo 17 puñaladas a 8 personas en la zona de Medicina Interna de la Fundación Jiménez Díaz. La doctora fue diagnosticada de esquizofrenia paranoide, por lo que fue absuelta de los cargos de homicidio y condenada a 25 años de internamiento psiquiátrico.
Sin embargo, salió en libertad en 2017, y este lunes ha sido detenida por la policía, después de intentar matar otra vez.
La doctora es detenida en pleno brote psicótico tras herir a dos personas
La exdoctora se encontraba en pleno delirio cuando ha entrado cuchillo en mano en un supermercado y una farmacia, intentando matar a quien se le ponía por delante. Ha herido a dos mujeres antes de que la Guardia Civil haya podido reducir a la atacante. Ha sucedido en el municipio de El Molar.
Tan solo cuatro años después de su puesta en libertad, Noelia de Mingo ha intentado cometer los mismos hechos. Algo que cuestiona los informes que avalaban su ''estabilidad''.
En concreto, se ordenó en 2017 que recibiera tratamiento ambulatorio y quedara bajo custodia familiar. Según el informe, ''no suponía un peligro para los demás ni para sí misma''.
De esta manera, quedó a cargo de su madre, una anciana octogenaria, y bajo vigilancia clínica de su psiquiatra.
Los hechos acaecidos este lunes demuestran que el control y seguimiento no ha sido suficiente para evitar lo que podría haberse convertido en otra tragedia.
El delirante relato de su esquizofrenia
Todo empezó dos años antes del fatal crimen, cuando en 2001 la doctora empezó a escuchar voces mientras se encontraba en el teatro:
“Estaba en el teatro viendo una obra y salí escuchando cosas. Lo viví con sorpresa, eran voces fuera de mi cabeza”, declaró en su momento a los facultativos.
Entonces explicó que su delirio se centraba en una trama de psiquiatras:
“Desde pequeña la vigilaban con satélites y le decían que luego los iban a quemar a ella y a su familia”.
El informe detalla su relato de qué pasó por su cabeza un día que vio a unos operarios. Estos estaban cambiando unas farolas delante de su casa:
“Pensaba que iban a poner un póster en el sitio de cada farola para quemar a todos los miembros de su familia”. De Mingo vivía en perpetuo delirio, sospechando que en cualquier momento la matarían a ella y a su familia.
“Cuando salí vi una furgoneta aparcada y pensé que me estaba controlando''.
''Las voces me insultaban. En el baño cuando me desmaquillaba escucho algo en la radio. En la cama también oía voces”.
Algunos de sus compañeros de trabajo en el hospital notaron que algo le pasaba.
De hecho, meses antes de la tragedia, algunos compañeros suyos remitieron comportamientos extraños en ella:
Hablaba sola, trabajaba con el ordenador apagado, amenazaba a las personas, etc. Y es que la doctora había dejado de tomar la medicación correspondiente.
Varios de sus compañeros le aconsejaron que acudiera al psiquiatra. Eso lo interpretó ella como una amenaza: “Pensé que era el final, que iban a acabar conmigo”. Estaba en pleno brote psicótico.
Decidió que ‘’cuando fueran a por ella’’ se defendería. Así que acudió a una tienda a comprarse un cuchillo, se hizo un agujero en el bolsillo de la bata, y se fue al trabajo.
El día de los hechos, una compañera suya atendió una llamada de teléfono delante suyo. De golpe, se rió, algo que de Mingo interpretó como la señal:
“Todos eran actores no médicos''.
''Todo era un teatro para ver cómo reaccionaba”, y decidió pasar a la acción. Según su versión, lo último que recuerda tras esto es despertarse en el hospital. Allí terminó después de que un celador la golpeara en la cabeza para pararla.