La llegada de las vacunas contra el coronavirus fue para muchos un rayo de esperanza que se está ofuscando con la inesperada aparición de las nuevas variantes. Un año después de la aparición del SARS-CoV-2 en Wuhan, China, el mundo se encuentra en una nueva fase de mucha incertidumbre con una duda principal: ¿cuándo volverá la normalidad?
Una de las voces más influyentes sobre la pandemia del coronavirus es el doctor Nicholas Christakis, médico y sociólogo de la Universidad de Yale. Para él las vacunas no son el principio del final, sino el final del principio, y aventura que el coronavirus aún va a estar unos años con nosotros y dejará largas secuelas en la sociedad.
Christakis cree que alcanzaremos la inmunidad colectiva en 2022, pero «hay muchas posibilidades de que el coronavirus permanezca entre nosotros, como ha pasado con otros virus después de la vacuna. Irá reduciendo su letalidad, pero de vez en cuando habrá gente que enferme y muera, como pasa con la gripe».
Su vaticinio es que seguiremos llevando la mascarilla hasta 2022 y guardando la distancia de seguridad por lo menos otro año más. «Pero no quiere decir que el año que viene hayamos dejado atrás las consecuencias de la pandemia», advierte, «habrá que dar tiempo para que nos recuperemos del shock psicológico y económico que supone el virus». Lo cual lleva a fijar el fin de la pandemia en 2024.
Una de las consecuencias inmediatas del coronavirus, según el experto, es que «se avecina una crisis económica muy complicada que llevará al paro en todo el mundo a cientos de millones de personas». Y avisa que «cuando vuelva la normalidad, el mundo será diferente: ni la economía se recuperará de inmediato ni la gente va a llenar los restaurantes de repente».
Viviremos lo que él define como un «período intermedio de cicatrización» por el trauma que supone «la pérdida colectiva de una forma de vida». Entre los cambios que traerá la pandemia, destaca los psicológicos: «La gente se vuelve más miedosa, más introspectiva y tiene más aversión al riesgo, esto ya está pasando, la religiosidad está aumentando».
El mundo después de la pandemia
Pero también pronostica que después de la llegada de la normalidad vendrá un período de desenfreno como el de los felices años veinte del siglo pasado, ya que «tras la pandemia la gente vuelve a buscar el contacto social y el desenfreno». Después de 2024 aumentará, en su opinión, el gusto por el riesgo, la fiesta y las ganas de gastar.
Habrá también consecuencias económicas devastadoras, ya que «millones de personas están perdiendo su empleo y la recesión va a durar bastante tiempo, especialmente entre los jóvenes». El teletrabajo, la digitalización o el replanteamiento de los viajes de trabajo son algunos de los cambios que está trayendo la pandemia.
«¿Para qué estar una hora en un atasco para una reunión que puedes hacer por Zoom? Eso cambiará», explica Christakis, «también se está viendo un cambio en la forma de vida de muchas mujeres, que son las que cargan con el coste social de los cuidados. Muchas están dejando de trabajar para cuidar a sus hijos en cuarentenas y confinamientos, esto podría suponer un retraso de muchas décadas de avances en igualdad».
Más confianza en la ciencia
Pero no todo es negativo. El doctor Christakis cree que uno de los cambios que traerá la pandemia será «un mayor respeto por la ciencia y la experiencia» y aventura que «quizás a raíz de esta pandemia la humanidad pase a tomarse más en serio otras amenazas que requieren comprensión científica, como el cambio climático».
Ligado a esto, menciona la importancia de la colaboración que ha se puesto de manifiesto con la emergencia sanitaria. El mejor ejemplo, dice, es el de las vacunas, que se han logrado desarrollar en tiempo récord gracias a la colaboración de muchas personas en muchas partes distintas. «Estamos colaborando para frenar el virus, y esa es una gran paradoja», explica, porque «nuestra necesidad de socializar es lo que hace que el virus se propague, pero también es la herramienta fundamental para vencer al virus».
Finalmente, el doctor Christakis critica la falta de una respuesta más enérgica y coordinada de los políticos, y poner como ejemplo a España: «Es uno de los países donde no está habiendo una respuesta nacional ni coordinada, y eso es un problema. Si cada región puede poner las restricciones que le parecen, es como designar una parte de la piscina donde se puede orinar y pensar que el resto de la piscina está a salvo». Advierte que «la falta de liderazgo y coordinación ayuda al virus a propagarse», y pone como ejemplo de buenos líderes durante la pandemia a Angela Merkel en Alemania y Jacinda Ardern en Nueva Zelanda.