Foto de Marcos Alonso Medina

Marcos, el artista español fallecido demasiado joven al que llora todo un pueblo

Marcos Alonso Medina pertenecía a la última familia de artesanos de su rama en la pequeña localidad de Artenara

La localidad canaria de Artenara (Las Palmas) llora la muerte de uno de sus artesanos más valiosos. Marcos Alonso Medina, el chico de las manos de oro, ha muerto con solo 40 años de forma repentina.

En su localidad le recuerdan por su trabajo como artesano que heredó del linaje familiar, además de su faceta de artista.

Porque Marcos compaginaba el negocio familiar de los objetos de palma con su afición por el dibujo, que demostró en varios trabajos. Su personalidad artística se mezclaba con su vinculación al territorio, ya que estaba comprometido con varias iniciativas locales. Por eso su muerte, además de inesperada, ha resultado especialmente dolorosa.

En Artenara, municipio con apenas un millar de habitantes, la noticia se extendió con rapidez causando una gran consternación. Su pérdida es aún más dolorosa en un territorio afectado por la despoblación. Amigos y familiares recuerdan hoy con tristeza el legado de este joven en el pueblo. 

Una pérdida irreparable

Artenara es un pueblo de la isla de Gran Canaria que lleva años luchando contra el peligro de la despoblación. En los últimos tiempos una gran cantidad de vecinos han abandonado el territorio dejando muy castigado el comercio y el tejido social. En esta situación, mantener las tradiciones es un factor esencial.

Por eso la desaparición de personas como Marcos Alonso Medina suponen más que una pérdida. Este es el sentimiento que inunda ahora los corazones de los vecinos del pueblo, que pierden a uno de sus artesanos más queridos con sólo 40 años. Con él desaparece un joven talento, un chico trabajador y comprometido con su tierra.

Panorámica de la localidad de Artenara (Las Palmas)
El pueblo de Artenara llora la muerte de su artista | Cedida

El escritor local José Antonio Luján lo expresa así: “Cuando muere un artesano, los cronistas locales sentimos un vuelco en el corazón porque se marcha alguien arraigado a un oficio que en general tiende a desaparecer. Cuando el fallecido es un joven, el sentimiento se acrecienta porque queda frustrada una actividad con vocación de futuro”.

Hijo de una familia de artesanos

Marcos provenía de una familia de artesanos que fabricaba objetos de palma, una tradición ancestral arraigada en el barrio de Acusa Seca. La tradición se remonta a las esteras de fibra vegetal con que eran envueltas las momias anteriormente. De las palmas, los juncos y las cañas nació esta tradición que ha evolucionado con el tiempo.

La tradición se ha mantenido hasta la actualidad, siendo la familia de Marcos los últimos artesanos del barrio en este arte. Los padres del fallecido, Federico y Juana, han mantenido viva la actividad que heredaron de sus antepasados. Y con la misma pasión transmitieron este amor a sus hijos, que han seguido con ella.

Marcos siguió con la práctica del oficio de artesano de la fibra vegetal junto a su hermano gemelo Yonatan. En ellos estaba depositada la esperanza de la familia de mantener viva la actividad, para que esta artesanía no se pierda. Pero también las esperanzas de todo un pueblo, orgulloso de sus artesanos.

Comprometido con las tradiciones

Todos coinciden en señalar el talento de Marcos en la elaboración de este arte que llevaba a cabo de forma muy elaborada. Pero además, tenía otras cualidades como el dibujo. Con su talento había ilustrado el libro El arca de Ismael y otros relatos de Covanara, del escritor local José Antonio Luján. 

Se da la casualidad de que en el libro participó también Luis Arencibia, artista teldense que vivía en Madrid y que murió hace un año. El legado de Marcos no solo es artístico. Muchos vecinos recuerdan hoy su personalidad, siempre abierto a los demás y portador de un carácter muy afable.

Marcos también participaba en las fiestas populares de Artenara, organizando festejos y adornando calles y caminos para las verbenas. Colaboraba en romerías como la del Pino, en Teror, las de San Isidro y las de San Cristo de Acusa. También en las tradiciones populares se notará el vacío que deja.