Después de casi cuatro años de la muerte de Miguel, sus padres por fin pueden declarar en el juicio para castigar a los responsables. El joven falleció el 18 de agosto del 2017 en San Agustín de Guadalix, Madrid, tras recibir una puñalada en el tórax. Una banda latina llamada Dominican Don't Play la tomó con él y acabó con su vida.
David Manuel de Cárdenas y María Campoy, sus padres, se enfrentan ahora a lo que puede darles cierto descanso después de tanto tiempo. La Fiscalía pide entre 20 y 22 años de cárcel para seis supuestos miembros de la banda y otros 13 para una séptima persona. Esta última, en principio, habría estado involucrada en la reyerta, pero no pertenecía al mismo grupo.
Los padres han sido los primeros en declarar en el juicio como testigos. Tras ellos, el procedimiento se alargará hasta el 3 de julio si no hay cambios de última hora. A partir de entonces, según lo que sentencie el juez, podrán avanzar en su vida tras la pérdida de su hijo.
Su madre ha explicado que «nos han quitado la oportunidad de verle crecer, de ver cómo se hacía un hombre... nos han quitado la felicidad». Para ella, su hijo Miguelín, como le llamaban cariñosamente, era «la alegría de la casa» junto a su hermano mayor, que ahora tiene 25 años.
Miguel era un joven tranquilo y alegre
María recuerda que Miguelín «siempre tenía una sonrisa, estaba estudiando cocina, jamás se metió en peleas». En el juicio le han preguntado si su hijo era violento, pero ella está convencida de que no. Como mucho destaca que se consideraba «antifascista», pero nada más.
La madre ha querido dejar claro también que el joven era muy querido en el instituto donde estudiaba cocina. Su padre le ha dado la razón e incluso ha leído una carta que una profesora escribió pocos días después de su muerte:
Me cautivó su sonrisa profunda que irradiaba bondad, me gustó esa manera tranquila de hablar que te sumerge en un remanso de paz. Tenía el don de hacer feliz a la gente, me gustaba el cariño que repartía, sobre todo admiraba su enorme corazón, que salía del pecho y se transportaba en el brillo de sus bonitos ojos
David Manuel, el padre, ha explicado que lleva tres años y ocho meses en tratamiento psicológico y psiquiátrico, desde que ocurrió el crimen. Describe la muerte de su hijo como «un tsunami que te destroza».
«Tienes una vida normal, empiezas a criar a tus dos hijos, se van haciendo mayores y de repente te llaman y te dicen que han apuñalado a tu hijo pequeño en el corazón», añade en su declaración.
Un caso con varias incógnitas
Más allá de la experiencia de sus padres, el juicio trata de aclarar varias incógnitas sobre la muerte de Miguelín. Una de ellas, y de las más importantes, es quien fue el autor material del apuñalamiento que le quitó la vida. El joven recibió una cuchillada en el tórax, cerca del corazón, pero todavía no se sabe quién se la dio.
Hay siete acusados y la Fiscalía pide cárcel para todos, pero no ha podido señalar a un culpable claro del asesinato. Todavía podría haber un nombre más que no ha podido ser encontrado: Bryan. Varios amigos de Miguel le han nombrado en sus declaraciones, pero la Policía no ha dado con él.
El joven está en paradero desconocido desde el día en que ocurrió el crimen y las autoridades creen que volvió a República Dominica. Según varios testigos, Bryan se enganchó con Aitor, uno de los mejores amigos de Miguel, un mes antes de su muerte.
Al parecer, Bryan amenazó a Aitor con volver «a por él» después de «sobrepasarse» con su novia y tener un encontronazo. Ese sería el motivo de que los miembros de esa banda se presentasen en San Agustín durante las fiestas, según los jóvenes.
Iván, otro amigo de Miguel, explica que los sospechosos les «rodearon» y empezaron una pelea con ellos que acabó en la muerte del joven.
Adrián, otro amigo de la víctima, añade que «le pusieron la camiseta por encima y le apuñaló el grupo de dominicanos que vino a las fiestas; se veía claramente a qué venían».