Manuel Ramírez Valdovinos entró en la cárcel con 21 años y ahora sale a la calle con más de 40. Su historia está dando la vuelta al mundo, porque de hecho, nunca tuvo que haber entrado en prisión. La víctima del supuesto crimen que cometió está viva en Estados Unidos.
Cuando sucedieron los hechos, Manuel era profesor de música en una escuela de Texcoco (México). Sobre él cayó una grave acusación, el asesinato de un joven en circunstancias extrañas. Al no haber un culpable claro, el veinteañero fue torturado hasta que confesó los hechos.
El hombre fue sentenciado a 41 años de cárcel a pesar de que después se comprobó que el cadáver no pertenecía a la víctima. A pesar de las irregularidades del caso, Manuel permaneció entre rejas. Hasta que sus familiares localizaron en Estados Unidos a la persona que presuntamente había matado.
La injusticia a la que estaba siendo sometido el reo levantó una oleada de solidaridad en todo el país. Activistas como Bryan LeBarón y políticos mexicanos como César Carrizales hicieron una huelga de hambre y pidieron su liberación. Su lucha, finalmente, dio resultados.
Tras analizar la solicitud, la Comisión Especial de Seguimiento a la Ley de Amnistía ordenó su puesta en libertad. El pasado fin de semana se formalizó la liberación del preso, en medio de una gran expectación. Afuera le esperaba su familia, que se fundieron con él en un largo abrazo.
Una cadena de irregularidades
Manuel habría pasado toda una vida en la cárcel de no haber sido por la búsqueda incansable de sus familiares y el apoyo de personalidades relevantes. Sin embargo, nadie le quita los 21 años que ha pasado entre rejas de forma injusta. El caso estuvo marcado desde el inicio por la sombra de la sospecha.
Tras saberse que el cadáver encontrado no pertencía a la supuesta víctima del asesinato, la familia del preso se puso en marcha. Ellos y algunos vecinos empezaron a denunciar que el hoven estaba vivo y residía en Estados Unidos. Incluso solía visitar a sus padres en Tepexpan (México).
A partir de aquí, las autoridades mexicanas empezaron a tomar cartas en el asunto. Familiares de Manuel aseguran que el padre de la víctima habría pagado a policías judiciales de México por detener al maestro. Según su versión, dieron hasta 150.000 pesos (unos 6.300 euros) para presentarlo como culpable.
Esto habría motivado que los agentes de policía se emplearan en torturar al reo hasta sacarle la confesión. Se trataría pues de un caso de corrupción policial que ha acabado con un hombre inocente en la cárcel. Ahora tendrán que determinar la responsabilidad penal de la víctima ficticia.
Al parecer, lo hicieron para cobrar la indemnización de un millón de euros. "México es un país donde la justicia está al revés", ha declarado Manuel tras salir de la cárcel. "Los que debemos tener justicia tenemos evasiones, y si ellos no ejercen presión con la huelga de hambre yo no estoy hoy aquí", añadió.
Un clamor popular
Personalidades como Bryan LeBarón y César Carrizales llevaron a cabo movilizaciones para pedir la liberación del preso detenido. La senadora y activista Nestora Salgado grabó en vídeo la salida de la cárcel de Manuel Ramírez. Lo consideró como un triunfo después de una larga lucha.
Según publicó, "es el camino que seguiremos hasta que ninguna persona esté privada de libertad de forma injusta". En sus palabras, "creo que cuando hay voluntad política se puede lograr poner atención en estos casos de presos encarcelados injustamente". Y concluyó: "Estamos viendo la luz al final del túnel".
Además, Manuel entregó una carta de agradecimiento al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. "Principalmente, le agredezco que me haya apoyado en esta situación", dice la carta. Y se define a sí mismo como "víctima de la tortura, de una detención arbitraria y de la fabricación de un delito".
En su carta se muestra comprometido a "trabajar conjuntamente para erradicar la corrupción dentro de los juzgados". Dice que defenderá a muchos inocentes que están encarcelados injustamente, y que son "víctimas de un sistema que fabrica culpables".
A su lado estaban su mujer Itzel y uno de los activistas que le ha apoyado en la causa. Él tuvo la última palabra: "La justicia no está hecha para los pobres, pero Manuel no tuvo rencor hacia el sistema y ayudaba a los presos desde dentro, les enseñaba música".