Manuel Monteiro era un hombre de 63 años que murió, supuestamente, a manos de su hijo de 23. Tiago fue detenido unos días después de la muerte de su padre acusado de homicidio. Él, según informa Correio da Manha, no se arrepiente de nada.
Todo comenzó después de que las autoridades hallaran el cuerpo sin vida de Manuel en su domicilio. El hombre tenía un fuerte golpe en la cabeza y los investigadores tuvieron claro desde el principio que su muerte fue violenta.
Su cadáver estaba tumbado en la cama con una bolsa de plástico en la cabeza y con los pies atados. Tiago, su hijo de 23 años, confesó ser el autor de los hechos cuando volvió con la ropa llena de sangre.
Al parecer, la familia estaba inmersa en una situación de violencia intrafamiliar desde hacía ya muchos años. La hermana de Tiago había denunciado previamente malos tratos, pero las autoridades hicieron muy poco por solventar la situación.
La policía lusa se presentó en el domicilio y se quedó con varias armas de fuego que Manuel tenía. El hombre fue detenido y los agentes se fueron de allí.
A las pocas horas, la mujer de Manuel pagó la multa y el hombre fue puesto de nuevo en libertad. Las autoridades creen ahora que su esposa pagó la multa bajo amenazas de muerte de su propio marido.
Ante esta situación, Tiago decidió tomarse la justicia por su mano. Después de confesar los hechos y ser detenido, el joven no se muestra para nada arrepentido. "Ahora está todo bien, no volverá a pegarnos", aseguró.
Según medios locales, todo comenzó con una simple discusión. Manuel discutió con Tiago porque su hijo se había olvidado de encender el ventilador del baño. El padre, furioso, la tomó con su hijo, pero también con su madre, a quien culpó de todo.
"La culpa es de tu madre, esta vez no se escapará", gritó el padre. Tiago tenía miedo de que su padre le hiciese algo a su madre. Por eso, se fue a la cocina y cogió un instrumento no identificado con el que golpeó a su padre.
Desde allí, arrastró el cuerpo de su madre hasta el dormitorio y le tumbó en la cama. Su madre le ató los pies por miedo a que el hombre todavía estuviese vivo e intentase vengarse. También le tapó la cabeza con una bolsa de plástico mientras su hijo se iba de casa.
Más tarde, Tiago regresó cuando la policía ya estaba allí y confesó los hechos. El joven estaba en estado de shock, pero no se arrepentía de lo que había pasado. De hecho, en cuanto volvió lo primero que hizo fue preguntar si su madre y su hermana, de 33 años, estaban bien.
Él defiende que lo único que quería era defender a su madre, a su hermana y a él mismo. Tenían miedo de que su padre "un día matara a uno de ellos, probablemente a su madre" y quiso evitarlo a toda costa.
Manuel tenía COVID, pero se negaba a aislarse
Según la prensa portuguesa, la familia llevaba mucho tiempo viviendo una situación de violencia intrafamiliar. Pero en las últimas semanas, esos comportamientos violentos se vieron agravados porque Manuel se contagió de COVID.
A pesar de eso, contrario a todos los protocolos sanitarios, el hombre rechazó una y otra vez el aislamiento. El fallecido se saltaba el confinamiento sanitario constantemente y su mujer le pedía que se quedara en casa. Ante esto, Manuel respondía con violencia, con insultos e incluso amenazas y agresiones físicas.
Los vecinos de esta familia tenían claro que la situación no iba a acabar bien. Todos eran bien conocedores de la violencia que se vivía en esa familia. Sin embargo, tampoco nadie alzó la voz para evitar un mal mayor.
De hecho, preguntados por la prensa local, algunos de ellos admitió tener claro que todo acabaría en tragedia. Lo que no vieron venir es que fuera el padre, y no la madre, quien acabaría muerto.