El 27 de marzo de 2018 tuvo lugar en Las Torres de Cotillas (Murcia) uno de los crímenes más execrables que se puedan cometer. Iván García, de 27 años, asesinó a golpes a su madre Antonia y a su hermano Miguel Ángel. El único que quedó vivo fue su padre, Julio, que ahora no puede ejercer la acusación.
Así lo ha dictado la Audiencia Provincial de Murcia, al recordar que la ley prohíbe de forma expresa que un familiar ejerza acciones penales contra otro. “Aquí, el padre del acusado no tiene la condición de víctima directa, por lo que existe una prohibición legal de ejercer la acción penal contra su hijo”, matizan los magistrados.
Por lo tanto, Julio queda expulsado del proceso y sólo podrá ejercer acciones en materia de responsabilidad civil. La decisión contiene un añadido, y es que según los jueces, la acción penal del padre del acusado “resulta insostenible por su absoluta incoherencia”. Por su lado, la defensa recuerda el gran dilema en el que se encuentra Julio.
El dilema de Julio
Según el escrito de la defensa, “Julio se encontraba ante un gran dilema personal: por una parte, el acusado es su hijo y, por otra, una de las víctimas era su esposa y la otra su hijo menor”. En esa línea, afirma que “su única pretensión es la de buscar la verdad material”.
Puesto en ese dilema, Julio no sabía si acusar a Iván o pedir su absolución, y advirtió que sería al final de la vista oral cuando decidiría. El progenitor quiere ver las pruebas que se presentarán en el juicio y a partir de ahí tomará una decisión. Aunque la justicia ya lo ha dejado claro: no tendrá efectos legales.
El tribunal considera que el sentimiento del padre del acusado es “contradictorio, humano y comprensible”. Pero también matiza que el deber de la sala es evitar “cualquier atisbo de posible fraude procesal”. Así justifica la expulsión de esta parte privada del procedimiento.
Los hechos del crimen
Por su parte, la defensa también ha movido ficha y pidió la nulidad de las actuaciones por vulneración de los derechos de Iván. Los magistrados también se han pronunciado sobre eso, considerando que esa vulneración no se ha producido. Por lo tanto, todo está listo para que empiece este juicio en el que Fiscalía y acusaciones piden 50 años.
Los hechos que se juzgan tuvieron lugar el 27 de marzo de 2018. A primera hora de la mañana, Iván García Parra, ensangrentado y muy alterado, llegó a la comandancia de la Guardia Civil pegando voces. Decía haber encontrado a su madre y a su hermano muertos, y señalaba como autor a su padre.
Doce horas después, el propio Iván fue detenido como presunto asesino. La investigación puesta en marcha a partir de entonces ha recabado indicios que señalan directamente al acusado. Por ejemplo, el posicionamiento de su teléfono móvil le sitúa en el lugar de los hechos y contradice su versión inicial.
Escenario dantesco
Cuando los investigadores y los sanitarios llegaron al lugar de los hechos, encontraron un “escenario dantesco”. Antonia, de 55 años, yacía en uno de los sofás cubierta con una manta. Miguel Ángel, de 23 años, estaba en otro sofá, cubierto hasta la cintura y con el rostro bañado de sangre.
Las múltiples heridas contusas habían provocado en ambos casos un derramamiento de sangre que se había filtrado por los resquicios de los sofás. A los pies de uno de ellos había unas pesas de hacer ejercicio manchadas de sangre. Esa fue el arma del crimen, y apunta directamente a Iván, ya que era un obsesionado con el gimnasio.
Las paredes estaban también salpicadas, y había una gran cantidad de sangre coagulada en una parte del salón. La hipótesis es que los mató allí, y que luego los arrastró hasta el sofá y los cubrió como muestra de arrepentimiento. Las autopsias establecen que la hora de la muerte fue en torno a las 05:30.
Lo que dicen las autopsias
Antonia tenía 55 años y era una mujer muy conocida de la zona. Trabajaba desde hacía tiempo como cocinera en un establecimiento local. Según la autopsia, recibió al menos 14 contusiones efectuadas con enorme violencia que le causaron la muerte instantánea.
Miguel Ángel tenía 23 años y era conocido en su barrio como ‘El bebé’. Era padre de un niño, y presentaba tantas heridas que fue incluso imposible de determinar. A diferencia de su madre, él sí intentó defenderse tal y como indican las señales halladas en su cuerpo.
El presunto asesino, Iván, era un obsesionado del culturismo y tenía una fijación con su aspecto físico. Algunos vecinos señalaron en El Español que había problemas de trapicheo de drogas por medio. Otros dijeron a La Opinión de Murcia que un año antes había habido un problema con la novia de Iván.
Las 3 versiones
En el juicio se confrontan las tres versiones: la de la defensa, la de Fiscalía y acusaciones, y la del padre. Según la defensa, “la hora que señalan las autopsias revela que Iván estaba fuera del domicilio”. Y además, dice que “hay una serie de pruebas, que se desvelarán a lo largo del juicio, que demuestran que Iván no es el autor”.
Pero la acusación confía en sus bazas para demostrar justo lo contrario. “Es difícil que estemos equivocados la Guardia Civil, la jueza instructora, los forenses el Ministerio Fiscal”, apunta. Recuerda que todos están de acuerdo, y que “Iván es el único responsable, no hay que buscar a nadie más”.
Julio García rompió su silencio para reafirmar su confianza en su hijo: “Yo creo en Iván, no lo veo capaz, mi corazón me dice que no”. Este padre, enfrentado a un duro dilema, va todos los domingos a visitar a su hijo a la cárcel. Confiado en la inocencia de su hijo, contrató un abogado para ejercer la acusación particular, pero ya no podrá hacerlo.