Juan Antonio Gómez, un experimentado espeleólogo de 32 años, desapareció sin dejar rastro en la sierra de Málaga el 20 de julio de 2010.
Aquella mañana salió preparado para una ruta de dos o tres días, pero nunca regresó. Doce años después siguen buscando su cuerpo sin descanso.
Juan Antonio, un apasionado de la sierra de Mijas, publicó una guía de 54 cuevas con un sinfín de rutas para que nadie se perdiera. Ironías del destino, el excursionista se perdió en una de ellas. Su desaparición es muy extraña porque conocía al dedillo la zona y, además, su cuerpo nunca apareció.
La familia del malagueño lleva años dando vueltas al mismo tema: qué le pasó a Juan Antonio. Barajan la hipótesis de que encontrara una cueva nueva, se metiera ahí para explorarla y no lograra salir. Eso explicaría que nunca hallaran el cadáver, al no encontrarse en ninguna de las rutas conocidas.
Planeaba volver en un par de días
El día que desapareció, Juan Antonio salió de casa cargado con una mochila, un bastón, una cantimplora, algo de comida, saco de dormir y frontal. También cogió algo de dinero para tomar el autobús que lo tenía que dejar al inicio de la ruta. Lo vieron por última vez en la estación de la línea Mijas-Fuengirola.
“Vuelvo en dos días o tres”, es lo último que dijo en casa antes de marcharse para siempre. Doce años después el misterio sigue rodeando su desaparición, ya que Juan Antonio era un montañero experimentado. La única explicación que encuentran es que se metiera por alguna ruta nueva, en alguna cueva.
Con su desaparición murieron también los sueños de este joven amante de la montaña, de las rutas y las cuevas. Juan Antonio se había licenciado en Ciencias de la Actividad Física y del Deporte y se diplomó en Magisterio de Educación Física. Hacía nueve meses que estaba encerrado estudiando para las oposiciones.
Se preparaba para ser profesor
Era un amante del deporte y de la naturaleza que se estaba preparando para ser profesor. Ponía pasión en todo lo que hacía, era un estudiante brillante y contaba con 25 matrículas de honor en su expediente. Tras muchos meses encerrado en casa estudiando y después de hacer el examen, pudo salir de nuevo.
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Planeó la ruta con otros amigos pero a la hora de la verdad no pudieron acompañarle, así que decidió ir solo. Se fue a la sierra de Mijas, el lugar del que estaba enamorado, porque necesitaba desconectar de tantos meses de estrés. Creen que probablemente hizo la ruta de Ojén como muchas otras veces.
En declaraciones a Levante-EMV, su hermana Carmen lo explica así: “Cuando él usaba medio de transporte y no se iba en furgoneta es porque hacía rutas circulares”. Eso significa que “llegaba hasta Marbella en autobús y ya de ahí subí a Ojén y por la sierra volvía”. Las rutas están plasmadas en su libro.
Juan Antonio no volvió a casa
El experto senderista no volvió a casa, a pesar de que siempre regresaba en dos días máximo tres. Nunca se llevaba el móvil ni la documentación, porque según decía en las cuevas no hay cobertura. Tras más de tres días sin rastro de él sus allegados empezaron a preocuparse.
“Se fue un martes, el jueves por la noche mi hermana Ana María sospechó y el viernes por la mañana fue a denunciar”, cuenta Carmen. Según explica, les dijeron que había que esperar 24 horas para denunciar su desaparición “y ese fue el primer error”. “Podía estar accidentado desde el mismo martes”, asegura.
Luego estuvieron buscándole cuatro días y desactivaron el dispositivo: “esa es la búsqueda que hicieron de mi hermano”, lamenta. Sin embargo sus familiares nunca se han cansado, y a pesar de que tratan de seguir con su busca no han dejado de buscarle. Viven con la seguridad de que tuvo que ocurrirle algo.
Un batallón de voluntarios
En su casa saben que no tenía motivos para desaparecer de forma voluntaria. Se acababa de licenciarse y estaba a punto de cumplir el sueño de ser profesor. El día anterior a su desaparición pagó las tasas del título universitario y estuvo en una tienda comprando un juguete para su sobrino recién nacido.
También estaba planeando alquilar un piso con un amigo y tenía en el horizonte irse a vivir a Irlanda para mejorar el inglés. Estaba radiante, feliz, y canalizaba su energía en un trabajo de turismo de aventuras con el que se ganaba la vida los fines de semana. Había participado en varias competiciones de atletismo.
A sus allegados les corroe la idea de que pudo estar vivo varias horas y no hicieron lo suficiente para encontrarlo. Tenía comida y barras energéticas, y creen que pudo quedar herido a la espera de un rescate que nunca llegó. La familia consiguió formar un batallón de voluntarios, pero todo este tiempo después no ha habido éxito.