Josué Monge García desapareció el 10 de abril de 2006, a los 13 años. Aquella noche, su padre Antonio se fue a dormir a las 12 como si no hubiera ocurrido nada. Trece días después salió con su furgoneta y nunca más regresó a casa.
Los nombres de Josué y Antonio, padre e hijo, siguen figurando en la lista de desaparecidos en España. Pero la madre del niño está segura de lo que ocurrió: “Mi hijo está muerto y su padre lo mató”. Isabel cree que fue un caso de violencia vicaria como el que ocurrió hace poco en Tenerife, con Anna y Olivia.
Josué era el mediano de tres hermanos. Hoy tendría 29 años, cuatro más que su hermano Andrés y seis menos que el mayor, Benjamín. Pero su reloj se detuvo hace quince años, cuando siendo un adolescente acabó siendo víctima de los malos tratos de su padre.
El origen de su desaparición parte de una semana antes. Su madre Isabel decidió plantar cara a su maltratador y le pidió que se fuera de casa. Aunque era alguien muy posesivo, apenas puso reparos, pero Antonio nunca llegó a abandonar el hogar familiar.
Era tal el terror al que tenía sometida a su familia, que Isabel deseaba que tuviera un accidente en el trabajo y se matara. “Que Dios me perdone, pero es la única forma que tenía de librarme de él”, confiesa ahora en El Mundo. Pero Antonio ni se fue, ni se mató.
La misteriosa desaparición de Josué
El día antes de la desaparición de Josué era Domingo de Ramos. Antonio siempre ataba en corto a sus hijos, pero aquella vez permitió que el menor durmiera en casa de un amigo. Fue en el barrio de Vistazul, a unos 300 metros del domicilio de los Monge.
Isabel siempre ha sospechado que su hija nunca llegó a casa de su amigo, y que murió aquella misma tarde. Antonio trabajaba en Tráfico montando y reparando contadores en las carreteras. Salía por las mañanas, y solía cubrir el territorio de las provincias de Sevilla, Cádiz, Córdoba y Huelva.
La tarde de aquel Domingo le dijo a su mujer que iba a mirar unas instalaciones. Ofreció a su hijo Josué llevarlo a Vistazul, porque le venía de camino. Isabel se fue a comprar con su hijo pequeño y llamó a su marido a media tarde, pero notó algo raro.
Aunque supuestamente estaba trabajando en la carretera, no se escuchaba ruido de coches. Isabel volvió a casa a las 21.30 y su marido quince minutos después. No llevaba nada de ropa en la parte de arriba, y vestía unos pantalones diferentes a los que se había llevado al salir.
“Me he cambiado porque me he manchado”, es la excusa que Antonio le dio a su mujer. También le dijo que no llamara a Josué para ver como estaba: “Para qué lo vas a llamar, déjalo que está disfrutando”. Al día siguiente, la familia se da cuenta de que el niño no está.
Antonio, el principal sospechoso
No había vuelto por la mañana como habían quedado, y su móvil estaba apagado. Además, su amigo Alberto contó que Josué no había ido a su casa. Le había llamado diciendo que iría más tarde, pero nunca se presentó tal y como habían acordado.
Por otro lado, una vecina vio a Josué montado en su bicicleta al lado de la furgoneta de Antonio. Fue a tirar la basura, y cuando volvió solo vio al vehículo enfilar la calle arriba. Todos estos datos hacían temer lo peor, y el nerviosismo en la familia aumentó.
Vecinos, amigos y familiares se reunieron en casa del menor para ayudar a encontrarlo. Poco después llegó Antonio, que negaba haber estado con el niño la tarde anterior. Esa noche se acostó pronto y al día siguiente se fue a trabajar como si nada.
Al día siguiente, las cámaras fueron a casa de los Monge y captaron el semblante serio de Antonio. Parecía afectado, pero no le brotó ni una lágrima. Analizadas a posteriori, los agentes valoraron que estaban ante un psicópata “por la forma de hablar y de moverse”.
El padre, acorralado, intentó convencer a los investigadores de que se trataba de una fuga voluntaria. Decía que había suspendido ocho asignaturas y que se había llevado 30 euros. Isabel, cuyas sospechas fueron aumentando día tras día, descartó esa posibilidad.
“Le vi un arañazo en el brazo y le pregunté por la ropa que llevaba aquel día, me dijo que la había tirado”, explica. Isabel puso a la policía sobre la pista de su marido, y fue entonces cuando empezaron a sospechar de él. “Estaba como un zombi, aislado, pensativo”, recuerda.
La desaparición de Antonio
Isabel decidió plantar cara a su marido y le amenazó con contar los malos tratos a la policía si no decía donde estaba Josué. El 23 de abril, 13 días después de la desaparición del niño, Antonio cogió las llaves de la furgoneta y salió de casa para no volver nunca más.
Antes de marcharse le pidió a su hijo mayor que cuidara de su madre y de su hermano. “Yo me voy a encontrar con Josué”, añadió ante la sorpresa del chico. La teoría que manejan tanto la madre como la policía es que primero mató a su hijo y después se quitó la vida.
Hay algo que sigue llamando la atención en este caso: la bicicleta del niño y la furgoneta del padre nunca aparecieron. Se emitió una orden internacional de búsqueda y captura, pero ni rastro. Isabel tiene hoy 63 años y se gana la vida limpiando porque no tiene reconocido el derecho a las ayudas por violencia de género.