José Luis y Lucía son una pareja que representan la crisis económica que el coronavirus ha supuesto para muchas familias. Ellos regentaban un bar en la localidad de Armilla, en Granada, cuando la pandemia llegó en marzo del 2020.
Como la gran mayoría de españoles, José Luis y Lucía perdieron varios meses de negocio por el confinamiento. Pero cuando se empezó a reabrir la economía, su situación ya nunca más se recuperó.
Las constantes restricciones sobre la hostelería, uno de los sectores más afectados, han pasado factura. Además, la pareja no tenía ahorros por lo que perder su fuente de ingresos solo les llevó a una situación insostenible.
"Había días que vendía una cerveza, y así no me daba para pagar el alquiler", explica Lucía. Tras seis meses de pandemia, en septiembre del 2020, tuvieron que dejar su casa y se fueron a vivir al bar. "Nos llevamos los colchones y los echamos al suelo", explica.
Llevan 2 meses durmiendo en el coche
Pero ahora, tras casi un año en esa situación, también han perdido el bar. "Esto es lo peor que una persona puede vivir", insiste Lucía, que lleva dos meses viviendo en un coche junto a su marido. Ahora dependen de sus vecinos y de la ayuda que les proporcionan para poder comer, beber o lavar su ropa.
En una semana hará dos meses que duermen en el coche. Durante el día pasan las horas en el parque o donde pueden, y por la noche se meten en el coche. El matrimonio duerme en los asientos delanteros, su hijo pequeño en los de detrás y el mayor en el maletero.
"No me había imaginado jamás que viviría esta situación", explica. Lo que están pasando es extremadamente duro porque ambos llevan toda su vida trabajando. Lucía tiene 63 años y ha tenido multitud de empleos a lo largo de los años.
Ha trabajado como limpiadora, con 9 años estuvo recogiendo patatas y otras frutas y hortalizas en el campo. "Mi padre estaba enfermo y yo tenía que mantener a mi hermano", añade.
Precisamente por todo ello Lucía no tendría ningún problema en trabajar de lo que sea. Están buscando trabajo, pero no tienen suerte.
"Mi marido está cuidando a un señor con Alzheimer, tiene un título para conducir ambulancias y de primeros auxilios", explica. Y añade que, en realidad, su trabajo es el de colocador de tejados de pizarra.
Sus hijos también llevan meses repartiendo currículos y siguen formándose con cursos para ampliar sus posibilidades. Con todo, su principal problema ahora mismo es tener un techo bajo el que cobijarse, especialmente ahora que se acerca el invierno.
Además, José Luis, de 48 años, sufre apnea del sueño y necesita poder conectar su respirador por las noches. "A veces se queda sin aire y le doy golpes para despertarlo", asegura su mujer.
Su problema son las condiciones de la gran mayoría de inmobiliarias para dar un piso. El Ayuntamiento de Armilla no dispone actualmente de pisos de protección oficial, pero les ha prometido pagarles los primeros tres meses de alquiler.
Pero los posibles arrendadores no aceptan el documento del Ayuntamiento y no les quieren dar un piso. "A la gente el papel le echa para atrás, piensa que puede ser un fraude o prefieren cobrar en negro", explica Lucía.
Araceli, el gran apoyo de la familia
Por ahora, la familia está subsistiendo como puede en gran parte gracias a la ayuda de Araceli. Ella es la fundadora de la Asociación de Mujeres La Gran Familia y les ayuda con comida y otro tipo de ayuda.
"Si no llega a ser por esta señora, sin casa, sin trabajo, sin comida, sin nada..." insiste Lucía. "A mí se me han venido muchísimas cosas a la cabeza, cosas terribles", añade. "Solo cuando miro hacia atrás en el coche y veo a mis hijos saco fuerzas para continuar luchando", explica.
Araceli ha explicado cómo está viviendo ella esta situación. "Al mismo tiempo que me hago la comida para mí, la hago para ellos", relata la mujer. Ella también necesitó ayuda hace tiempo y ahora trabaja para devolver esa ayuda a las personas que más la necesitan.
Lucía está muy agradecida por la ayuda recibida estos meses, pero aun así le cuesta ver soluciones a su situación. "Lo veo negro, pero muy muy negro", insiste, aunque reconoce que seguirá luchando.
Su mayor esperanza ahora mismo es encontrar trabajo antes de noviembre. Está apuntada en la bolsa de trabajo del Ayuntamiento de Armilla y tiene fe en que podrá encontrar algo para entonces.