Isabel, una jornalera de 66 años de procedencia sudamericana, ha sido reconocida como la ‘paciente 1’ en el brote de coronavirus que se ha detectado en Totana (Murcia). Desgraciadamente, este rebrote ha supuesto que la localidad no haya podido pasar a la fase 2 —como el resto de la región— y se mira con lupa a todas las personas que han estado en contacto con la jornalera.
Esta jornalera empezó a notar síntomas de Covid-19 con anterioridad, pero no pudo ausentarse del trabajo porque necesita enviar dinero a su hijo para que pueda terminar la carrera de medicina. Pese a la edad que tiene y los años que lleva trabajando no puede jubilarse, pues a ojos de la Administración, Isabel tan solo ha cotizado cinco años: «Hace dieciocho años que vivo en la Región: desde entonces siempre me he ganado la vida cuidando a personas mayores y trabajando en el campo. Llevo doce años trabajando en el campo, recogiendo tomates, lechugas y fruta en varios municipios, pero solo tengo cotizados cinco años, por eso no puedo jubilarme», manifestaba al medio ‘El Español’.
Isabel buscó empleo por estas fechas, como viene siendo costumbre en tareas agrícolas: «Comenzamos en abril recogiendo lechugas en Aledo». Fue durante la segunda quincena del mes de abril cuando empezó a encontrarse mal: «Tenía mucha tos, me dolían los ojos, cada vez comía menos y sentía como si me clavaran cuchillos en la espalda», explicaba.
El primer error que se cometió fue que la mujer no acudió a su médico de cabecera, lo cual hizo que no se pudiese detectar el virus en ella. Por ese motivo, Isabel siguió yendo a trabajar hasta el 5 de mayo.
«No sabía qué síntomas tenía el coronavirus: yo solo le pedía a Dios que me dejara trabajar», declaraba en una entrevista a ‘El Español’. Así, su marido, que también trabaja como jornalero, empezó a experimentar síntomas de malestar y de dolor, pero también continuó acudiendo al trabajo.
Otro de los problemas que ha beneficiado el rebrote es que la pareja vive en un piso patera, es decir, que residen con más personas en el domicilio: «En la vivienda hay seis habitaciones y convivimos diez personas, por nuestro cuarto pagamos de 200 a 220 euros mensuales, incluyendo luz y agua». Así, el virus pudo campar a sus anchas, tanto entre los compañeros de trabajo de la mujer como entre sus compañeros de piso. «Los compañeros de la vivienda están en cuarentena», explicaba.
Falta de medidas de seguridad para los empleados
Las condiciones laborales a las que están sometidos es otro de los factores que ha ayudado al rebrote, ya que Isabel acude a su trabajo en un medio de transporte público que dispone para los trabajadores la empresa de trabajo temporal para la que trabaja. Dicho autobús excedió, según las investigaciones, el límite de pasajeros que puede albergar un transporte público durante la fase en la que se encuentra la zona.
Según el Servicio de Epidemiología de Salud Pública sobre el sericio de transporte: «Llegaron a viajar 45 trabajadores y no puede superarse un tercio de la capacidad».
Según María Dolores Chirlaque, responsable del Servicio de Epidemiología: «El origen ha sido un contacto laboral mantenido dentro del autobús». «Por el número de personas que iban en el autobús y los contagios que ha habido, nosotros deducimos que en el bus no se han tenido en cuenta las normas de distanciamiento social y de higiene de manos», añadía Chirlaque.
Según Prevención de Riesgos Laborales de la UGT, los desplazamientos deben realizarse con medidas de seguridad: «El Ministerio de Sanidad establece que los trabajadores obligatoriamente deben ponerse una mascarilla para viajar y tienen que ocupar una plaza en cada fila, sentándose en zig-zag, para que nadie lleve a una persona en el asiento de detrás y se mantenga una distancia de seguridad de un metro y medio». Pese a ello, el medio ‘El Español’ apunta a que el autobús no cumplía dichas medidas, lo que podría haber acentuado la propagación del virus.
«Solo se ponían la máscara tres o cuatro pasajeros», afirmaba un empleado de la E.T.T.. Y añadía que: «El chófer llevaba varios días diciendo que se encontraba mal, que tenía algo parecido a la gripe y ponía el aire acondicionado: eso era una bomba de relojería».
Según la UGT, desde el Gobierno «se recomienda» tomar la temperatura de los empleados a la entrada y la salida del puesto de trabajo. Eso «permite hacer una criba del estado de salud de los empleados porque a partir de 37,4 grados se considera que son febrículas y el trabajador debe acudir al Servicio de Prevención de Riesgos Laborales de su empresa o a su médico de cabecera».
Isabel confesaba al citado medio que a ninguno de los empleados se les tomó la temperatura en la finca de Calasparra, donde, según ella, enfermó.
Una compañera de trabajo afirmaba que: «A Isabel la sacaban del trabajo porque le dolía todo el cuerpo y el lunes (4 de mayo) empezó a tener fiebre». Según ‘El Español’, la persona encargada de ese grupo de trabajadores de la E.T.T. no informó al médico de la empresa, como tampoco separó a Isabel del resto de compañeros.
Además, según apunta otro empleado a ‘El Español’: «Había una garrafa de agua para que bebiera toda la gente cuando se quedaban sin bebida y en la hora de la comida se formaban grupos de trabajadores que comían todos juntos».
El malestar no cesaba en Isabel, pero pese a ello continuaba yendo a trabajar: «Tenía decaimiento y ya no podía comer: solo bebía agua», comentaba. Al día siguiente, el 6 de mayo, Isabel no acudió a su puesto de trabajo y se fue directa al médico a causa de su malestar. En el centro sanitario de Totana-Sur le dieron hora para el viernes: «Volví a casa y el jueves regresé a trabajar», explicaba.
El viernes, al acudir a su cita médica y explicar sus síntomas, la derivaron al consultorio médico de la pedanía de Campillo (Lorca) y el sábado fue sometida a una prueba PCR. Posiblemente ya era tarde, pues varios de sus compañeros ya empezaban a tener síntomas víricos y un compañero faltó al trabajo.
El domingo un doctor llamó a Isabel para confirmar que los resultados de las pruebas de coronavirus habían dado positivo: «Me encontraba muy mal: vomitaba. Mi marido también era positivo porque me decía que tenía tanta fiebre que le quemaba el cuerpo por dentro», manifestaba a ‘El Español’.
Se realizó un estudio de trazabilidad para detectar posibles contagios
Las alarmas saltaron al conocer Salud Pública que durante las dos primeras semanas de tener síntomas, Isabel no había dejado de acudir a su trabajo, teniendo en cuenta de que lo hacía acompañada de muchos otros compañeros y de que en la empresa no se les tomaba la temperatura.
«El estudio de trazabilidad y el rastreo de contactos estrechos es más complicado con personas que dan positivo y trabajan en el campo porque en sus empresas mueven a mucha gente y sus trabajadores tienen mucha movilidad: un día pueden recoger fruta en un municipio y al siguiente están en otra localidad», manifestaba la jefa del Servicio de Epidemiología, María Dolores Chirlaque.
Al no acudir el 11 de mayo al trabajo ni Isabel ni otro jornalero, los rumores empezaron a surgir en los empleados: «Empezó a circular el rumor de que dos personas tenían síntomas de coronavirus y cogí mucho miedo porque soy paciente de riesgo por una enfermedad que padezco», dijo otro empleado. «Isabel estuvo trabajando enferma dos días, con fiebre y con tos, yo le decía que fuera al médico»,añadía.
El trabajador advirtió a sus compañeros que debían ir a un centro de salud, pero el resto de los empleados no quisieron ir, pues se ven con la necesidad de trabajar: «Ese lunes, sobre las seis y media de la tarde, cuando acabamos la jornada, el dueño de la empresa acudió a la finca para confirmarnos que dos jornaleros habían dado positivo».
Se puso en marcha un dispositivo por parte del Servicio de Epidemiología para tratar de identificar a las personas que potencialmente se habrían podido contagiar, como también a la E.T.T de Lorca: «La empresa colaboró porque le explicamos que en Totana había un rebrote que, de momento, lo podíamos controlar, pero si no hacíamos las cosas bien podría haber un repunte importante y no solo Totana se podía quedar en la Fase 1, sino toda la Región de Murcia, incluso volver a la Fase 0», manifestaba María Dolores Chirlaque.
Las investigaciones pudieron realizar un seguimiento del posible contagio y acabaron identificanco a seis personas positivas en Covid-19 de la cadena de contagios: Isabel, la paciente uno, contagió a su marido, el paciente dos; el trabajador que faltó al trabajo también fue contagiado por la paciente uno. A su vez, este trabajador habría contagiado a su madre y al chófer del autobús y a otro empleado agrícola más. «El vínculo epidemiológico entre ellos era que casi todos habían trabajado en la misma empresa y se tipificó como brote», afirmaba Chirlaque al medio ‘El Español’.
Así, se empezó a trabajar en localizar posibles personas contagiadas por los positivos y se estableció un contacto muy estrecho para tratar de dar con ellos: personas de sus entornos familiares, amigos, incluso a personas que habían acudido al mismo supermercado que ellos...
Totana no pasó a la fase 2
Juan José Cánovas, alcalde de Totana, población de 32.000 habitantes, lanzó un mensaje a sus vecinos: «Puede haber un rebrote muy serio si no hacemos bien las cosas cada uno de nosotros individualmente». El hecho de que la opinión pública se haya hecho eco de la situación ha generado cierto malestar en el sector de la agricultura de la zona, pues tienen miedo de que se rechace el producto agrícola de ciertos productores, ya que podrían tomar imagen de que no se garantizan las medidas higiénico-sanitarias para paliar la pandemia.
Se decidió entonces que Totana fuese el único municipio en no pasar a la fase 2 el pasado 25 de mayo, cuando el resto de la Región de Murcia sí lo hizo. Esto ha generado una crispación entre otros sectores, que han tenido que mantener sus negocios con las condiciones de la fase 1 por no haber podido pasar a la fase 2.
Según el citado medio, los seis positivos detectados fueron ingresados en el Hospital Virgen del Alcázar, en Lorca. A las otras 45 personas sospechosas de haberse podido contagiar de estos seis positivos se les ofreció realizar una cuarentena voluntaria en el Centro Internacional de Voley Playa de Lorca, bajo supervisión médica. Once de ellos decidieron aceptar, mientras que el resto decidió aislarse en su casa.
Este pasado domingo los aislados en el centro ofrecido recibieron el alta. En estos momentos tan solo quedan seis personas ingresadas en el hospital. Isabel recibió el alta el pasado 21 de mayo: «En todo este tiempo no me han llamado de la empresa ni para saber cómo estoy ni siquiera para la baja», manifestaba la mujer.