Con la campaña de vacunación en marcha y el verano llamando a la puerta, el optimismo se apodera de una sociedad agotada tras más de un año de restricciones. Pero los médicos y los expertos hacen un llamamiento a la sociedad: estamos en la recta final de la pandemia, pero aún queda un último esfuerzo por hacer y tenemos que ser consecuentes.
Cuando el coronavirus haya pasado y solo sea un mal recuerdo, quedará detrás el rastro de la tragedia en la que los sanitarios se han llevado la peor parte. Uno de ellos es Pablo Enrique Ulloa Cáceres, un médico fallecido en primera línea de la lucha contra el coronavirus y cuyo hermano Daniel recuerda ahora con amargura.
«Espero que guardéis las fotos de la playa, mi hermano falleció por cuidar imbéciles como vosotros», ha expresado con gran indignación al ver las imágenes de las aglomeraciones por Semana Santa. Su mensaje en Twitter ha recibido todo tipo de reacciones, aunque no todas positivas: «Murió haciendo su trabajo, pues así lo decidió él», le reprocha un usuario.
Pablo Enrique era un médico muy conocido que incluso llegó a ser director del servicio de emergencias en su hospital. Ahora, su tragedia se suma a la de muchos sanitarios que han dejado su vida en primera línea del combate contra la pandemia, y cuyo recuerdo tiene que servir para concienciar a la población de las consecuencias de no cumplir con las normas sanitarias, especialmente en estos momentos.
Se calcula que desde el inicio de la pandemia de coronavirus han muerto unos 17.000 profesionales sanitarios en todo el mundo. Esto significa que cada 30 minutos muere un sanitario por Covid-19. Una cifra trágica que se suma a las secuelas que están padeciendo muchos profesionales de la salud, tanto a nivel físico como, sobre todo, a nivel psicológico.
La gran mayoría de los sanitarios muertos por coronavirus se contagiaron y fallecieron en la primera ola, ya que no había material sanitario suficiente. En España fuimos testigos de la dificultad de los médicos y enfermeros para protegerse del coronavirus mientras se llenaban los hospitales hasta arriba. Muchos tuvieron que protegerse con bolsas de basura y otro tipo de utensilios que tenían a mano.
Tras la primera oleada la cosa mejoró y no ha habido más problemas de suministro de material de protección. Sin embargo, los médicos y enfermeros se han tenido que enfrentar a otra adversidad: la de las secuelas psicológicas, el cansancio y el estrés acumulado. Todo ello ha mermado la salud física y mental del personal sanitario, mientras hacían frente a dos oleadas más, la última de ellas de especial intensidad.
Y eso ha contrastado con el comportamiento irresponsable de una parte de la sociedad. Las aglomeraciones durante las fechas navideñas, y también en Semana Santa, son un ejemplo de la conducta irresponsable que denuncia el hermano de Pablo Enrique con amargura y una llamada a respetar las medidas sanitarias hasta el final.
Se enfrentan a graves secuelas psicológicas
Recientemente, Daniel Ulloa ha colgado otra publicación en Twitter aunque esta es mucho más positiva. En ella se ve a su hermana recibiendo la vacuna, con el siguiente mensaje: «Mi hermana, enfermera en primera línea, recibiendo hoy su vacuna, honrando la memoria de nuestro hermano que murió por coronavirus». Se cierra así el círculo de esta familia de sanitarios que, tras la tragedia, ven una luz de esperanza.
El personal sanitario estaba entre los primeros grupos que se vacunaron contra el Covid-19 en España. La vacuna protege ahora a estos profesionales y la mortalidad ha caído en picado. Pero ahora se enfrentan a otra realidad, la de las secuelas psicológicas, y los expertos advierten que necesitarán una media de 3 años para recuperarse del todo.
Aunque los sanitarios estén ahora más protegidos por los equipos de protección y por la vacuna, el cumplimiento de las normas sanitarias sigue siendo clave para evitar el colapso de los hospitales. En España, los efectos de la Semana Santa se está empezando a notar en los centros sanitarios donde otra vez se vuelven a llenar poco a poco las UCI.
El colapso de los hospitales tiene consecuencias negativas para los propios enfermos de coronavirus, pero también para los enfermos de otras patologías que no puede tratarse, y por supuesto para el personal sanitario, que se enfrenta al agotamiento y al estrés. Los que luchan en primera línea de la pandemia piden a los ciudadanos un último esfuerzo para poder facilitar su labor y desempeñarse con menos riesgos.