El hallazgo en un internado canadiense de los restos mortales de 215 menores de edad ha sacudido al mundo entero. Los cuerpos corresponden a niños desaparecidos cuya muertes no fueron notificadas, y que fueron enterrados en una fosa común.
El macabro descubrimiento ha tenido lugar en el Colegio Residencial Indio de Kamloops, en Canadá. La institución, construida para facilitar la integración de la población indígena, cerró sus puertas en 1978. Ahora, los forenses trabajan para determinar la causa exacta de la muerte y ayudar a llegar hasta el final de esta trágica historia.
La tribu india Tk’emlups ha hecho pública la noticia: «Hasta donde sabemos, las de estos niños perdidos son muertes indocumentadas. Algunos tenían sólo tres años». La entidad ha recordado que este tipo de internados funcionaban como método de asimilación forzosa de la población india, y estaban financiados por organizaciones religiosas.
Víctimas de un genocidio cultural
El lugar donde han aparecido los esqueletos era la residencia más grande del país. Fue inaugurada en 1890 bajo la gestión de una organización católica. Contaba con capacidad para 500 estudiantes, y décadas más tarde el gobierno canadiense se hizo cargo de la gestión. Dejó de funcionar a finales de los setenta.
Una de las tareas del equipo de forenses que trabajan en el lugar es determinar la fecha de la muerte de los niños. Entre 1863 y 1998, más de 150.000 menores indígenas fueron arrancados de sus hogares y encerrados en este tipo de instituciones.
Se les prohibía hablar su idioma y expresar sus rasgos culturales. En algunos casos, incluso se practicaban abusos y malos tratos. Muchos de ellos nunca volvieron a sus comunidades de origen. Una comisión de investigación constituida en 2015 definió el caso como un «genocidio cultural».
Más de 4.000 niños muertos
El Proyecto Niños Perdidos ha documentado hasta la fecha más de 4.100 menores muertos durante su estancia en este tipo de escuelas. No se conoce la causa de los fallecimientos, pero muchos de ellos fueron enterrados en el propio recinto. El hallazgo de 125 cadáveres infantiles encaja con la desaparición de muchos niños indígenas, cuyas muertes en los colegios no fueron nunca notificadas.
El caso ha sacudido las conciencias dentro del propio país canadiense. El primer ministro, Justin Trudeau, ha hablado del hallazgo como «un doloroso recordatorio de un capítulo vergonzoso de la historia de nuestro país». Según la ministra de Relaciones Indígenas, Carolyn Bennett, es el reflejo de una «vergonzosa» política colonial, y ha pedido rendir homenaje a «estas almas inocentes perdidas».
Se preguntaban dónde estaban sus compañeros
Uno de los niños que pasó por el colegio residencial es Harvey McLeod, que confesó a la CNN sentir «un gran dolor al confirmarse lo que muchos ya sospechábamos». Explica que él y sus compañeros se preguntaban qué había pasado con sus amigos desaparecidos. «A veces la gente no volvía, nos alegrábamos por ellos, pensábamos que se habían escapado, sin saber si lo habían hecho o lo que les había pasado», añade.
Harvey McLeod y la mayoría de sus hermanos fueron internados en la residencia. El paso por ella marcó para siempre su vida: «El abuso que me ocurrió fue físico, sí. Fue sexual, sú. Y en 1966 era una persona que no quería vivir más». En su opinión, el hallazgo ha servido para volver a hablar de lo que allí sucedió, después de tantos años.
Una oportunidad para hacer justicia
Las víctimas esperan ahora que la investigación en marcha permita hacer por fin justicia. Las autoridades canadienses y los expertos forenses que trabajan en el caso, han reafirmado su compromiso en llegar hasta el fondo de la cuestión.
Según la jefa del equipo forense, Lisa Lapointe, la oficina se encuentra en las primeras fases de investigación. «Reconocemos la trágica y desgarradora devastación que el sistema de escuelas residenciales canadienses causó a tantos», añadió, y mostró sus condolencias de forma particular a las víctimas.