La tercera ola de Covid-19 ya ha mostrado señales de que va a la baja, con todas las autonomías reduciendo su incidencia y los casos notificados cada día, pero sus efectos todavía se harán notar durante mucho tiempo, especialmente para las familias que han perdido a algún ser querido.
En esta situación se encuentra la familia de Sílvia Rovira, una mujer que ha perdido a su padre, de 65 años, después de que prácticamente todos los miembros de la familia se contagiasen de Covid-19.
Sílvia ha explicado en una entrevista a TV3 que ella, su marido y su hijo quedaron en su casa con sus padres. Siempre habían mantenido las medidas de seguridad, pero durante esa visita decidieron quitarse la mascarilla. Pasaron tres días cuando Sílvia, que tenía dolor en el cuello, decidió ir al médico.
El protocolo llevó a los sanitarios a realizarle una prueba PCR a Sílvia, y el resultado fue positivo. A raíz de ahí, se ordenó hacer una prueba a todos sus familiares, que eran contactos estrechos, y todos ellos dieron positivo excepto el hijo de Sílvia, de seis años. Incluso su abuela, de 98 años, dio positivo.
Los días fueron pasando y todos ellos empezaron a mejorar, aunque con algunos síntomas leves. Todos menos el padre de Sílvia, Josep Maria, que empezó a sufrir algunas complicaciones y tuvo que ser ingresado en el hospital Can Ruti de Badalona, en Barcelona.
Poco después de su ingreso, y ante el empeoramiento de los síntomas —el hombre se ahogaba—, tuvieron que ingresarlo en la UCI, intubarlo y realizarle una traqueotomía. Para Sílvia, lo más difícil fue «no poder estar a su lado y que él viviera todo este proceso solo».
Josep Maria estuvo tres semanas ingresado en la UCI, siempre con el mejor trato posible por parte de los médicos: «Los médicos y enfermeras no nos dejaban solas. Nos acompañaron en todo momento. El médico que había ese fin de semana nos llamó y nos dijo que se estaba muriendo. Yo me puse a llorar y el médico también», explica Sílvia.
El 14 de diciembre, finalmente, Josep Maria falleció en el hospital con 65 años. Su familia no acababa de creérselo porque él era un hombre aficionado a los deportes, que se hacía siete kilómetros diarios con su bicicleta. Sílvia destaca que le reconforta el hecho de haber podido estar con él en los últimos momentos de su vida, ya que ella y su madre, ambas vestidas con EPIs, pudieron entrar a la UCI con él y darle la mano antes de que los médicos apagasen los sistemas de respiración artificial.
La distancia de seguridad y la mascarilla salvan vidas
La historia de Sílvia y de su padre, Josep Maria, vuelven a poner sobre la mesa la importancia de las medidas sociales e individuales en la lucha contra la pandemia, ya que el uso de mascarilla y la distancia de seguridad han demostrado ser eficaces para evitar los contagios.
Los médicos ya lo alertaron antes de las fiestas navideñas, que era necesario mantener las medidas y evitar los encuentros familiares para poder seguir disfrutando de nuestros seres queridos cuando la pandemia acabe. Sílvia y su familia han sido testigos directos de qué pasa cuando no se cumplen con estas medidas, y han querido compartir su historia en televisión para intentar concienciar a más gente sobre lo ocurrido.
Su historia cobra especial relevancia ahora, después de ver los estragos que la tercera ola ha causado con récords de contagios y de incidencias que ya se han trasladado también a la cifra de fallecidos. Cientos de familias españolas están viviendo estos días una situación parecida a la de Sílvia, con familiares que están perdiendo sus vidas tras contagiarse, probablemente, en algún encuentro familiar que se organizó durante las fiestas.