Esta es la historia de 5 niños de Toledo que durante unos días jugaron a ser detectives y protagonizaron numerosos titulares tras el impactante hallazgo de un cadáver en 1983.
A pesar del descubrimiento, los menores aterrados y nerviosos deciden abandonar el lugar de los hechos. Vuelven a sus casas, pero optan por mantener el secreto y no contárselo a sus familiares.
Al día siguiente, repletos de curiosidad, aprovechan para regresar a la zona del hallazgo y continuar lo que ellos consideraban una trepidante aventura sacada de una película de misterio.
Durante varios días, mantienen su gran descubrimiento bajo llave, pero las autoridades se acaban enterando de lo sucedido.
A partir de ahí, se inicia una investigación policial sobre un crimen que, a día de hoy, continúa sin resolverse.
Los 5 niños de Toledo que jugaron a ser detectives tras descubrir un cadáver
Era viernes 21 de octubre de 1983 y los pequeños, como cada día, se reunieron para jugar en las inmediaciones del torreón del Puente de San Martín.
Uno de ellos era Álex Hebrail Ruiz de Arana, pintor de profesión y padre de familia, que ahora rememora la historia al periódico El Mundo. Aunque también se plantea recoger en un libro aquellas vivencias de su adolescencia.
Por aquel entonces, Álex tenía 13 años, vivía con sus abuelos y estudiaba en el colegio Santiago de la Fuente. Como cada día tras acabar las clases, el niño y su amigo R. fueron a jugar a la zona del torreón.
Desde allí estuvieron insultando a unos jóvenes que pasaban por la zona y, tras ser vistos por uno de sus progenitores, optaron por esconderse para evitar que les pillaran.
"Al descender a oscuras, lo primero que nos llamó la atención fue el olor nauseabundo. Nos quedamos acurrucados un rato. Cuando salimos arriba, dijimos de volver. «Tiene que haber un perro muerto o algo», dije yo. «Se lo tenemos que decir a la pandilla», dijo R. O fue al revés. Lo mismo da, pero esa misma tarde volvimos", relata Álex en la actualidad.
Ocultaron su hallazgo a la policía durante varios días, pero rompieron su silencio
Hacia el final de la tarde, los dos niños volvieron acompañados ya por el resto de la pandilla. Otros tres amigos también acudieron con velas para observar el escenario de forma más clara.
"Bajamos. Yo iba el primero. Acojonados, porque allí la peña iba a pincharse. Al entrar, vimos como la cresta roja de un gallo asomando entre la basura: era el pie. Y luego una mano entra las piedras, como pidiendo ayuda", añade.
Tras darse cuenta de que se trataba de una persona muerta, los 5 niños se asustaron y salieron corriendo del lugar. Algunos querían avisar a la policía, pero al final llegaron a un acuerdo: volverían al día siguiente para desenterrar el cadáver.
Ya el sábado, la pandilla volvió para confirmar que se trataba de un muerto, pero debido al gran olor no pudieron aguantar mucho tiempo. El domingo no regresaron a la zona, pero sí lo hicieron el lunes, cuando se llevaron un gran susto al comprobar que la puerta volvía a estar puesta.
"Pensamos que es el asesino, en algún momento, ha regresado al lugar y que nos observa. Estamos como una hora. Vemos un llavero de madera donde se lee 'Alfredo'. Hay revistas porno, agujas, jeringas. Mis abuelos se quejan del olor que traigo en la ropa. Algunos lo decimos por fin en casa", recoge El Mundo según el relato de Álex.
La policía empezó a investigar un crimen que no llegó a resolverse
En un primer momento algunos familiares no creyeron la historia de los niños. Pero finalmente la policía se acabaría personando en el torreón el miércoles 26 de octubre tras la llamada de una abuela alarmada.
A partir de ahí, comenzaría la investigación de un crimen sin resolver que tenía como víctima a G. R. S., una joven de 18 años natural de Mazarambroz (Toledo) que llevaba un mes desaparecida.
Los niños empezaron a acaparar titulares en la prensa y su gran secreto era ya una noticia que incluso tenía repercusión en todo el territorio español.
El caso quedó sin resolverse a pesar de que la policía llegó a interrogar al por aquel entonces novio de la víctima. Una situación que se convirtió en una auténtica pesadilla para los niños, que estaban aterrados porque el supuesto asesino pudiera vengarse de ellos.
"Imagina el impacto de aquel suceso en unos niños. A mí me entró una manía: siempre iba mirando para atrás. Si se me acercaba alguien que no conocía, me daba un mal rollo tremendo. Nunca volví a ir a ese sitio, nunca. Y no me sentí con ganas de hacerlo hasta que cumplí 49 años. Todavía hoy, a mis 51, tengo pesadillas con ese lugar. Como si fuera un niño en pantalones cortos", recuerda Álex casi cuatro décadas después de aquel hallazgo.