Lunes, cuatro de la tarde, Brihuega (Guadalajara). Adrián, un joven de 31 años con problemas psiquiátricos, le cuenta a su vecino muy nervioso que al levantarse de la siesta se ha encontrado a sus padres muertos en un charco de sangre. Al llegar, los agentes ven que su historia no cuadra
El joven fue ingresado en el Hospital Psiquiátrico de Guadalajara, y al día siguiente quedó detenido como presunto autor de la muerte de sus padres. Tras pasar a disposición judicial entró en prisión de manera preventiva. Mientras, los investigadores tratan de reconstruir este macabro asesinato.
La muerte de Manuel (69 años) y Paloma (62 años) encierra la dramática historia de unos padres que lo sacrificaron todo para cuidar de su hijo. Traspasaron la farmacia que tenían en Vallecas y se trasladaron al pueblo. Pensaban que allí se recuperaría de sus trastornos, pero ha acabado matándolos.
Asesinados en su cama
La Guardia Civil recibió el lunes la llamada de un vecino que hablaba de un doble crimen en una casa particular de Brihuega. Cuando llegaron, los efectivos médicos solo pudieron certificar la muerte del matrimonio formado por Manuel y Paloma. No descartan que llevaran fallecidos más tiempo.
Los agentes internaron hablar con el hijo del matrimonio, Adrián, pero estaba muy nervioso y no conseguía articular palabra. Estaba fuera de sí, y los sanitarios decidieron su ingreso en la planta psiquiátrica del hospital. Tras varias horas de investigación ataron cabos: el chico había matado a sus padres.
Adrián está imputado por dos presuntos delitos de homicidio, aunque no se descarta que evolucione a asesinato. Los cuerpos presentaban varias heridas de arma blanca en un crimen brutal y con ensañamiento. Los encontraron muertos en la cama, bañados en su propia sangre.
Relación turbulenta
Manuel y Paloma eran originarios de Brihuega, una localidad de dos mil habitantes en la provincia de Guadalajara. Vivían en Madrid con su hijo, Adrián, y regentaban una farmacia en el distrito de Vallecas. Pero los problemas psiquiátricos del chico les llevaron a vender el negocio y cambiar de aires.
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Hace unos meses traspasaron la farmacia y aumentaron la frecuencia de las visitas al pueblo. Todos los viernes se iban allí y pasaban el fin de semana junto a Adrián, que se quedaba en una casa contigua dentro de la misma parcela. Creían que allí podría salir de sus trastornos mentales.
Adrián y sus padres mantenían desde hace tiempo una difícil relación marcada por los altercados y las discusiones. De momento desconocen qué pasó exactamente en la finca donde el matrimonio fue asesinado, y la fecha exacta de los crímenes. Siguen buscando con drones el arma del crimen.
Drogas y brotes psicóticos
La policía sospechó desde un principio que Adrián era el autor material de los crímenes, o al menos tenía algo que ver. Al día siguiente de su ingreso en el psiquiátrico lo llevaron a la vivienda para efectuar un registro. Allí se convencieron de su implicación en el suceso, y quedó detenido.
Adrián es el menor de los dos hijos de Manuel y Paloma, que tenían otra hija de 40 años. La mujer no se encontraba con ellos en el momento del suceso. Adrián estudió un módulo de técnico superior en Integración social, e hizo las prácticas en un centro juvenil del barrio de García Noblejas (Madrid).
En el centro trabajó con niños y adolescentes en riesgo de exclusión social, haciendo su seguimiento diario. Sin embargo, su adicción a las drogas desencadenaron varios trastornos y convirtieron su vida en un infierno. En el entorno aseguran que pasaba temporadas en el centro de rehabilitación.
El consumo de drogas le provocaba brotes psicóticos y cambios de humor, que afectaba a su relación con sus padres. Manolo Cepero y Paloma Serrada pensaron que lo mejor sería alejar al chico de Vallecas, y llevarlo al campo. Ha sido precisamente ahí, en el campo, donde ocurrió la tragedia.
Dolor en Brihuega
Manolo venía de una familia muy conocida de Brihuega, los Cepero, que hicieron fortuna gracias a una cadena de panaderías. Como suele suceder en esas familias, el dinero acabó abriendo una brecha por cuestiones de herencia. Cinco de sus hermanos viven aún en el pueblo.
Manuel se enamoró de Paloma, una joven muy alta y atractiva que fue codiciada por muchos hombres del pueblo. Acabó decantándose por Manuel a pesar de que él era de baja estatura y no pegaban mucho. Se marcharon a Madrid, donde consiguieron poner en marcha su propio negocio.
En Brihuega reina el luto desde el lunes, cuando se conoció la trágica muerte de estos dos vecinos muy queridos. Está previsto que sus cuerpos sean incinerados y descansen para siempre en el cementerio de Brihuega. En el pueblo nadie recuerda un suceso parecido, y las banderas ondean a media asta.