El Tribunal Supremo ha confirmado la pena de 26 años de cárcel para Jesús Antonio Marín García-Rojo, el hombre que degolló a su mujer e intentó quitarse la vida delante de sus tres hijos. Sucedió el 28 de noviembre del 2017 en Azuqueca de Henares, un pueblo de Guadalajara. La condena era inicialmente de 21 años, pero los agravantes han aumentado la pena a 26.
Un día antes del crimen, Jesús Antonio y su mujer discutieron, y ella le pidió que se fuera de casa. Al día siguiente, su mujer estaba en el lavabo duchándose cuando el homicida la sorprendió de repente y, de manera premeditada, la cogió por el cuello y la degolló. La víctima intentó defenderse, pero finalmente murió.
Pero la crueldad de este asesino no acabó aquí. Acto seguido, se dirigió a la estancia donde estaban sus hijos, de 1, 9 y 12 años, y les dijo que había asesinado a su madre y que se iba a suicidar. Entonces se clavó un cuchillo en el pecho delante de los tres niños, y fue a la cocina a por más cuchillos para seguir lesionándose. Pero sus esfuerzos fueron en vano, y no murió.
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Los niños salieron corriendo de la casa y pidieron ayuda a los vecinos gritando que habían matado a su madre. Los vecinos llamaron a la policía, y cuando los agentes llegaron se encontraron la casa llena de sangre. Jesús se había pegado un enorme tajo en el cuello con la intención de suicidarse. Los niños estaban en una situación de pánico y recibieron atención psicológica de inmediato.
La víctima era Arancha Lorenzo, y no había presentado denuncia previa por malos tratos. Arancha y Jesús habían formalizado su relación hacía cuatro años, después de nacer Sergio, su hijo en común. Ella tenía otros dos hijos de un matrimonio anterior: Eduardo y Aitana. Ella trabajaba en una gasolinera, y él era guarda de seguridad en una empresa especializada en traslado de caudales.
La Audiencia Provincial condenó a Jesús Antonio Marín a 26 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía. El juez consideró que el autor material de los hechos había cometido el crimen de forma premeditada e impidiendo que la víctima se pudiera defender. Además, le sumó las agravantes de violencia machista, parentesco y lesiones psíquicas a los hijos de la víctimas. El Tribunal Supremo confirma ahora esta pensa, y le obliga a pagar 150.000 euros a cada uno de los hijos, y 45.000 a los padres de la víctima.
El Tribunal ha descartado su recurso
El Tribunal Supremo ratifica la condena impuesta por el Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha. En el auto considera probado que el autor del crimen actuó «de forma deliberada, consciente y voluntaria, no solo para darle muerte, sinó también para aumentar su sufrimiento de forma innecesaria».
El juez considera que su pareja trató de defenderse de la cuchillada, y durante el forcejeo sufrió varios cortes en manos, rostro y vértebra. También dice que el acusado estaba en un estado «de gran exaltación y acaloramiento» y actuó con intención de ejercer un dominio y control sobre Arancha «por el hecho de ser esta mujer», lo cual incurre en un delito de violencia de género.
Jesús había presentado un recurso en el que denunciaba que se había vulnerado el derecho fundamental a la tutela judicial efectiva y a la presunción de inocencia. En el recurso alegaba que el jurado había intantado manipular la realidad y que no había contemplado su intención de actuar en legítima defensa. El Tribunal Supremo considera que estos dos hechos no están probados y, por lo tanto, lo ha descartado.
Planeaban mudarse de casa
Los vecinos recuerdan a Arancha y Jesús como una pareja normal. Se habían casado después de varios años de relación, y celebraron el convite en la terraza del bar de enfrente de casa, rodeados de unas 30 o 40 personas. «Él no bebía alcohol, solo bitter-kas, mucho bitter-kas», reveló el dueño. La pareja tenía planeado mudarse a una casa más grande.
Jesús mantiene que ella cogió un cuchillo para atacarle y él se defendió, una versión incompatible con las heridas que presentaba ella. La mañana de los hechos, entre las 7 y las 8, la vecina de arriba empezó a escuchar gritos de una discusión: «Oía mucho follón, hasta que de repente pararon. Y me pareció raro. Salí al rellano, bajé la escalera y cuando llegué a su puerta eran gritos desesperados».
Sus vecinos le describen como una persona aparentemente normal, pero obsesionado con el gimnasio. Iba todos los días. «Mi mujer decía siempre que tenía cara de loco, que daba mala espina, pero yo le veía como un tipo completamente normal» decía uno de los vecinos. A Arancha le recuerdan como una mujer alegre y fuerte. Sonia, su compañera de trabajo, la definió como la mujer más fuerte que había conocido.