Helena Jubany era una periodista y escritora llena de sueños. Trabajaba de bibliotecaria en la localidad barcelonesa de Sentmenat, empleo que compaginaba con las actividades del centro excursionista. El 2 de diciembre de 2001, Helena fue asesinada y arrojada desde la azotea de un edificio. Veinte años después, el misterio sigue rodeando este macabro caso.
Ahora vuelve a ser actualidad por la negativa del juez a reabrir el caso, a pesar de las nuevas pruebas que ha aportado la familia. Se trata de nuevos testigos que ubican al único acusado en el lugar de los hechos, pero que han sido insuficiente para volver a abrir la investigación.
El caso Helena Jubany conmocionó a la opinión pública en su momento y pasó a formar parte de los expedientes más extraños de la crónica negra en España. Hay muchas cosas raras que lo rodean: unas bromas macabras antes del asesinato, el suicidio de una de las sospechosas en la cárcel y los errores de bulto de la investigación que permitieron al único encausado, un joven de buena familia y conectado con el poder judicial, salir indemne.
1. Un anónimo misterioso
Tres meses antes del crimen, Helena se encontró con un anónimo en la puerta de casa. Le comentó a su hermana que le sorprendía, porque no había salido de casa en todo el día y no había escuchado ningún ruido. Pero había algo que le llamaba aún más la atención: junto a la nota había una horchata y unos pastelitos. El que lo había hecho la conocía bien, porque le gustaba mucho la horchata.
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En la nota escrita a mano ponía: «Helena, sorpresa. Pasábamos por aquí y hemos dicho, a ver qué se cuenta Helena. ¿Somos? Te llamaremos. A comérselo todo». Parecía un juego inocente, pero extraño.
2. Un segundo anónimo
La cosa resultó aún más inquietante cuando, días después, apareció otro anónimo con la misma letra. Esta vez iba acompañado de un zumo de melocotón, y un mensaje extraño: «Helena, ante todo esperamos que te tomes esto con el mismo sentido del humor que nosotros. A la tercera revelaremos el misterio, seguro que te echarás unas risas».
En este anónimo, los autores revelaban un detalle crucial: le transmitían sus ganas de volver a coincidir en una excursión de la Unión Excursionista de Sabadell. Esta vez, Helena sí probó el zumo, pero al hacerlo se mostró indispuesta. Tras analizarlo por cuenta propia en un laboratorio descubrió que contenía benzodiazepina, un fuerte somnífero.
Suicidio o asesinato
El 30 de noviembre, Helena salió de casa para ir a la biblioteca donde trabajaba, pero nunca se presentó. Los investigadores descubrieron que había recibido una llamada por la mañana, y que se había dirigido hasta el piso de dos conocidos suyos, Muntsa Careta y Santi Laiglesia. Los tres se habían conocido en el centro excursionista.
A partir de ahí, poco se sabe. Alguien drogó a Helena, la dejó inconsciente y la secuestró hasta el día 2 de diciembre. Aún con vida, Helena fue llevada a la azotea del edificio, desde donde lanzaron su cuerpo al vacío en un patio interior. Un vecino encontró el cadáver a las 9 de la mañana. Estaba desnudo, con quemaduras en varias partes del cuerpo y la cabeza desfigurada por el impacto.
La autopsia reveló que llevaba 35 veces más de la dosis normal del somnífero, una cantidad suficiente para dejarla en semicoma. Además, había caído dando tumbos por los tendedores de ropa. Todo confirmaba las sospechas iniciales: Helena no se suicidó. Fue asesinada.
4. El papel de Muntsa Careta
Todas las pistas llevaban claramente a Muntsa Careta y Santi Laiglesia. Muntsa vivía en el mismo bloque de pisos desde donde tiraron el cuerpo de Helena. En su casa encontraron somníferos y mistos. El análisis del manuscrito revelaba, aunque con algunas dudas, que lo había escrito ella. Muntsa fue detenida como presunta autora de los hechos, y mientras estaba en prisión preventiva, se suicidó.
Desde el principio, la policía sospechó que el crimen no lo había cometido una persona sola. La familia siempre dudó de la autoría de Muntsa Careta, una chica con muchos problemas de autoestima y muy sometida a su novio, Santi Laiglesia, del que estaba muy enamorada. Pero además, había un dato curioso: Santi no aparecía ni en una de las más de mil hojas del sumario del caso.
5. La teoría del juego de rol
Todas las piezas encajaban. El lugar de los hechos, la falta de coartada de Muntsa y Santi, las pruebas halladas en su casa, los anónimos. Pero el juez archivó la causa. Tras el fracaso de las primeras investigaciones, la familia lanzó su principal teoría: Helena había sido víctima de un macabro juego de rol que a alguien se le había ido de las manos.
La familia de Helena no entiende por qué no se tomaron huellas dactilares ni en el piso ni en el coche de Helena, ni tampoco en la azotea. Los investigadores tardaron horas en registrar el piso de Muntsa Careta, y las pruebas parecían prepararas para inculpar a Muntsa.
Tanto la familia de Muntsa como la de Helena estan convencidos que el asesino sigue libre. Y todas las miradas se fijan en Santi Laiglesia, abogado y criminalista que hoy ocupa un cargo como funcionario en Cataluña. La sospecha, a día de hoy, es que este contaba con influencias en la magistratura y pudo haber sido protegido por alguien de mucho peso.
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