Manuela Chavero, de 42 años y madre de dos hijos, desapareció de forma misteriosa en julio de 2016 en el apacible municipio de Monesterio, en Badajoz. Cuatro años después la policía dio con el asesino, Eugenio Delgado, que confesó y les llevó hasta el cadáver. Pero en este caso aún quedan algunos cabos sueltos.
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La versión del asesino confeso es poco creíble. Dice que tuvieron una discusión y que ella cayó de manera fortuita golpeándose la cabeza. Según su versión, una vez muerta la metió en su coche, la desnudó y la enterró. Pero la autopsia revela fracturas en los dientes y en las costillas, y además le faltan dos huesos.
Un nuevo testigo podría resolver lo que queda por saber de este misterioso asesinato. Se trata de Antonio G. B., un preso que comparte módulo con Eugenio Delgado. El mes pasado envió una carta al juzgado que investiga el crimen, asegurando que sabe toda la verdad porque Eugenio se lo contó de manera voluntaria.
Contenido de la carta
El diario ABC ha dado a conocer el contenido íntegro de la carta, en la que Antonio no revela ningún detalle. Sin embargo, asegura estar dispuesto a contarlo todo, y muestra su deseo de recibir la visita de la abogada y la madre de Manuela Chavero. De momento, el juez instructor le ha llamado a declarar mañana.
“Yo sé toda la verdad porque estoy en la prisión de Badajoz, en su mismo módulo, que es el módulo 5”, explica en la carta. Según afirma, su intención es remover el caso para que se haga justicia, y añade que lo hace porque le sale del corazón. La información que posee habría salido de una conversación espontánea con el asesino.
Supuestamente, Delgado le contó cómo acabó con la vida de Manuela y lo hizo “riéndose, como si aquello fuera motivo de orgullo”. Antonio asegura no tener ningún miedo, y avanza que su declaración podría coincidir con los resultados de la autopsia.
Declarará mañana
Antonio cuenta que está en la cárcel por un robo, “una tontería de cuando las cabezas no estaban bien”. Pide ser un interno protegido y que lo lleven a declarar sin esposas, porque no es peligroso. “Si salgo en televisión, no quiero que me vea gente que me conocen, como familiares y amigos”, añade.
La carta lleva adjuntos el teléfono de su hermana mayor y su nombre. Temen que solo sea una maniobra de este preso para buscar su minuto de gloria, pero de todas formas el juez de instrucción está dispuesto a escucharle. De momento no ha ofrecido ningún detalle, y habrá que ver si su declaración sirve para algo.
Mañana saldremos de dudas, porque si lo que cuenta Antonio tiene sentido y coincide con las pruebas actuales podría dar un vuelco al caso. De lo contrario, todo habrá sido una pérdida de tiempo, y habrá que seguir investigando con lo que ya se conoce.
La desaparición y el crimen
Manuela Chavero, a la que todos conocían como Manoli, desapareció la madrugada del 4 al 5 de julio de 2016 en la localidad extremeña de Monesterio. Había quedado con una amiga para tomar algo, y al volver a casa llamó a sus hijos. Luego volvió a coger el coche, y se marchó para ya no volver.
Las únicas pistas que tenía la policía eran un móvil abandonado, y las luces de casa y la televisión aún encendidas. La puerta no estaba forzada y dentro de la casa no había signos de violencia. Tampoco parecía una desaparición voluntaria, porque Manuela había quedado al día siguiente con su hermana y nunca abandonaría a sus hijos.
Los mensajes de WhatsApp llevaron a un primer sospechoso, un chico veinte años menor con el que había tenido una relación esporádica. Pero no había ni un solo indicio que lo incriminara. La policía llegó a buscar hasta tres veces en el pantano de Tentudía, pero no había ni rastro de la joven y los años fueron pasando.
Eugenio, principal sospechoso
Cuatro años después, la policía sorprendió con un comunicado: tenían un sospechoso y estaban recabando pruebas para demostrar su culpabilidad. Se trataba de Eugenio, un chico de 28 años que vivía cerca de la víctima. En uno de los interrogatorios confesó el crimen, y llevó a los investigadores hasta el cadáver.
A partir de entonces, el sospechoso elaboró toda una historia con la clara intención de librarse de la cárcel. Argumentó que habían discutido y que ella se había golpeado de forma accidental. Pero esto no cuadra con los resultados de la autopsia y, además, el joven formuló una inquietante pregunta.
“¿Pueden desaparecer los restos de semen de un cuerpo después de cuatro años”. Esto, y el hecho de que el cuerpo apareciera desnudo, lleva a la policía a pensar que hubo agresión sexual. Eugenio es un joven que tiene problemas para relacionarse con las mujeres.
¿Autor de otro asesinato?
El acusado de la muerte de Manuela Chavero podría tener otro cadáver en el armario, el de su madrastra fallecida extrañamente seis años atrás. Las evidencias le están acorralando poco a poco. Y el testimonio de Antonio, su compañero de presidio, podría ayudar a saber qué pasó en realidad.
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