Ana María Morillas Mazuecos tenía 38 años cuando su exnovio, un legionario de 24, le cortó el cuello en su piso de Zaidín (Granada). Ella era profesora de Educación Infantil y madre de una niña de once años fruto de una relación anterior. El día antes había decidido cortar la relación con el militar.
Esta semana ha arrancado el juicio contra Alejandro por el asesinato de Ana María, ocurrido el 8 de febrero de 2020 en Zaidín. El acusado ha admitido haber matado a la víctima, pero sostiene que fue en legítima defensa. “Como legionario que era, mi mejor defensa era lucha”, ha explicado al jurado.
Alejandro trata de convencer al jurado que fue Ana María quien cogió el cuchillo de la cocina para atacarle. Según su versión, era ella quien le tenía sometido a una situación de malos tratos y control enfermizo. La fiscalía pide para él una condena de 25 años, mientras que la defensa reclama 10 años.
Ofrece una extraña versión
“Cuando le arrebato el cuchillo, ella grita socorro, estaba tan obcecado, frustrado y lleno de ira que terminé propinándole una cuchillada en el suelo”. Es la versión que ayer ofreció el asesino de Ana María en la primera sesión del juicio. Dice que “se podía haber evitado”, y que se vio superado por la situación.
Susana Vega, delegada de Violencia de Género en Granada y fiscal del caso, sometió al acusado a un intenso interrogatorio. Sin embargo, Alejandro mantuvo su versión de los hechos y se limitó a decir que estaba “fuera de control”. “Ella me intentó matar, fue puro instinto de supervivencia”, alegó.
La defensa pide que sea condenado por homicidio, con la atenuante de confesión: 10 años en total. Pero tanto la fiscalía como las acusaciones piden la pena máxima de 25 años por asesinato con agravante de violencia de género. La versión del acusado no se sostiene por ningún lado.
Niega que fuera celoso
Alejandro acabó con la vida de la víctima, dejó el cuchillo en el fregado y se cruzó con el padre de Ana María al huir del piso. El progenitor había acudido en auxilio de su hija, alertado por la llamada de una vecina que oyó gritos de auxilio. El padre declarará como testigo en el juicio.
El legionario abandonó el lugar del crimen en dirección a casa de su madre en Guadalix. Allí les dijo a su madre y a su hermano que “a lo hecho, pecho”, y a continuación se entregó en el cuartel de la Guardia Civil. Alejandro ha negado que fuera celoso, y ha acusado a la víctima de controlar sus amistades y su teléfono.
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Según su versión, rompieron de mutuo acuerdo y ella no aceptaba que estuviera con otra chica. Asegura que acudió a su casa el día anterior “porque tenía cierto afecto por ella y quería preguntarle por su salud”. Aquel día no le abrió la puerta, pero sí al día siguiente cuando se desencadenó la tragedia.
“No paraba de insultarme, me decía putero”, afirma el legionario, que el día de los hechos cambió el estado de Whatsapp mostrando su intención de suicidarse. “Ella me iba a apuñalar a mí en el estómago, pero finalmente le cogí el antebrazo”, declaró. Sin embargo, él no presentaba ninguna lesión después del crimen.
Era coordinadora de Igualdad
El magistrado le ha recordado al inicio del juicio que la presunción de inocencia no legitima el derecho a mentir. No obstante, el legionario ha decidido contar una versión que no tiene nada que ver con la de las acusaciones. Una versión poco creíble y que no está sustentada en ninguna prueba.
Ana María, de 38 años y natural del pueblo de Íllora (Granada), era una profesora muy querida por sus alumnos. Era más bien tímida, con sentido del humor y un trato muy agradable hacia las personas. En el colegio era coordinadora de igualdad, y es recordada por su responsabilidad y su prudencia.
Heredó la pasión por la docencia de su padre, un histórico profesor del colegio Gran Capitán de Íllora del que ella también fue estudiante. Ana María fue profesora del CEIP Isabel la Católica, en La Zubia. Precisamente allí, meses antes, una esteticista llamada Silvia había sido brutalmente asesinada por su pareja.
Ana María era divorciada y tenía una hija de 11 años fruto de su relación anterior. Empezó una relación sentimental con Alejandro, un legionario granadino destinado a la base militar de Viator (Almería). Pero los celos del joven acabaron por enfriar el romance y ella decidió poner fin a la situación.