Fotografia de las camas de un hospital

Ana, 22 años: 'Me lo tomaba a risa y llevo seis meses sin levantarme de la cama'

Ana Alvárez pasó el coronavirus en febrero y desde entonces ha sufrido numerosas secuelas, desde la caída del pelo a un gran agotamiento

Fotografia de las camas de un hospital
Ana se ha pasado seis meses yendo a médicos y especialistas | Àngel Ullate

230 días. Este es el tiempo que lleva Ana Alvárez, una española de 22 años, sufriendo las secuelas del coronavirus que contrajo hace seis meses. Ahora cuenta su dura experiencia para concienciar a los jóvenes de que hay que tomarse el coronavirus en serio: «Yo misma me lo tomaba a risa y ahora poca broma».

Ana cuenta se ha pasado seis meses yendo a médicos y especialistas sin que pudieran decirle qué le pasaba. «Finalmente coincidieron, son las secuelas del bicho», relata. Lo que cuenta esta joven es uno de tanto relatos de personas jóvenes que tras pasar la enfermedad han sufrido duras secuelas cuyos efectos, en muchos casos, aún perduran.

En el caso de Ana los efectos del coronavirus a largo plazo le han causado un agotamiento físico y mental por el que casi no podía levantarse de la cama. «Nunca en mi vida he estado tan agotada, tengo 22 años y hacía dos horas de deporte al día. Ha sido durísimo pensar que ya no volvería a ser la misma». 

Tras pasar la enfermedad, la joven empezó a sentir un gran agotamiento que la dejaba todo el día en la cama, pero lo más angustiante era no saber qué era: «Me he pasado la poscurarentena yendo a médicos. Me han hecho cuatro análisis de sangre, he ido al dermatólogo, al ginecólogo, nadie entendía qué me está pasando». 

Su calvario empezó el 21 de febrero. Ana era estudiante de Erasmus en Turín, al norte de Italia, y a sus 21 años disfrutaba de una experiencia única con su plena juventud sin ningún problema de salud a la vista. «Hacía dos horas de ejercicio al día, incluso me dio por ser realfooder». 

La joven relata qué sucedió ese día: «Era viernes y el jaleíto llamaba a mi puerta. Mi tía me mandó unos mensajes diciéndome que tuviese cuidado, que había coronavirus en Milán. Y yo ya estaba maquillada, así que no le hice caso. Si ese día no hubiera salido, quizá no estaría ahora contando esto».

Ana reconoce que les decía a los demás que no era para tanto, que la gente exageraba. Pero unos días después, el 26 de febrero, «según apagué el ordenador después de hablar con mi madre, me tumbé en la cama y no puede levantarme en todo el día. Me sentía hecha una pilfarra».

Los siguientes días no podía moverse de la cama, tenía una fiebre constante y lo único que hacía era dormir y hablar con sus padres por teléfono. Por entonces aún no le hacían mucho caso al coronavirus y no le hicieron ninguna prueba. Según cuenta, tras llamar al 112, un médico fue a su casa y le dijo que como también tenía mocos no podía ser coronavirus.

Pensando que era «una mala gripe en un mal momento» se quedó en la cama y al cabo de unos días con la fiebre muy alta empezó a dar paseos. «Me asfixiaba con solo dar dos pasos, pasé así un mes». El 10 de marzo pudo volver a España en el último vuelo que salía de Turín.

Los efectos secundarios

Fue entonces, al llegar a casa, cuando empezó a sufrir los efectos secundarios de la Covid-19. «Lo primero fue la caída brutal del pelo, se me caían puñados de pelo cada dia, en la ducha, peinándome, o solo pasando la mano. Era exagerado. Mi madre me cogía la coleta y se le saltaban las lágrimas», explica.

Después le empezaron a salir manchas rojas con granitos en la piel, y luego vino la depresión: «No tenía fuerzas ni para levantarme, estaba triste y lloraba sin venir a cuento todos los días», relata con angustia. Ana también sufrió un desajuste hormonal que la tuvo un mes entero con la regla, «y era tal el dolor y la molestia que cada día era una castigo». 

Otro de los efectos secundarios fue el insomnio. Cuenta que «no era capaz dormir más de dos horas seguidas, toda la noche dando vueltas». Por todo esto, explica que no ha vuelto a ser la misma de antes. Ha tomado cremas, vitaminas, píldoras, pero el tiempo iba pasando sin resultados. «Pensaba que nunca iba a recuperar la normalidad», asegura.

Ahora, Ana aún no está del todo bien «pero puede decir que he vuelto a hacer un poco de ejercicio y me encuentro mejor». Ana por fin ve la luz del túnel, pero nunca olvidará estos seis meses que deben servir de toque de atención para todos los jóvenes.