Anna y Olivia, las niñas secuestradas en Tenerife, y José Bretón, el parricida de Córdoba

‘El caso de Anna y Olivia es como el de José Bretón en un 99%’

Luis Avial, experto en búsqueda de desaparecidos por georadar, ofrece su hipótesis de lo que ocurrió en Tenerife

Desde que el 27 de abril Tomás Gimeno desapareció en Tenerife con sus dos hijas Anna y Olivia, de 1 y 6 años, las posibilidades se reducen a tres: que aparezcan con vida, que las encuentren sin vida, o que no aparezcan nunca. Pero cada día que pasa se aleja más la posibilidad de un desenlace feliz.

Desde hace ya varios días, la principal hipótesis con la que trabaja la policía es que Tomás acabó con la vida de sus hijas en tierra y tiró sus restos mortales al mar. Por eso todos los esfuerzos se centran ahora en buscar restos orgánicos en su casa, y rastrear los cuerpos en el fondo del mar con la ayuda de un sonar de barrido lateral.

Luis Avial es director técnico de Cóndor Georadar y tiene una dilatada experiencia en la búsqueda de personas desaparecidas. Desde su conocimiento, asegura que el caso de Anna y Olivia es una repetición del caso José Bretón, que en octubre de 2011 se llevó a sus niños y los mató haciendo una hoguera en su finca familiar, en Córdoba. 

«Lo ocurrido en Tenerife es un caso Bretón II, clarísimamente», dice Luis en declaraciones a La Razón, y cree que «desde un primer momento estaba claro que lo de que había huido en un barquito era una tontería, pero la Guardia Civil está obligada a investigar todas las hipótesis». Por eso, no tiene ninguna duda: «Estoy en un 99% convencido de que las mató en tierra y luego las arrojó al mar».

Luis cree que Tomás podría haber escondido a las niñas en las maletas y deshacerse de ellas en su primera travesía, antes de volver a puerto para cargar el móvil. Según las cámaras de seguridad, llegó al puerto sobre las 21:30 horas y volvió poco después para comprar un cargador. Dos horas después, a las 23:30, volvió a zarpar.

Luis Avial cree que el sonar de barrido lateral que desde esta mañana se utiliza para buscar a las niñas ofrece muchas garantías. «Tenías que haberlo utilizado el sonar desde el primer día», añade, «ya que el sistema está preparado para detectar embarcaciones como la de Tomás y tienen que tener grabada cuál fue la ruta que hizo». Sugiere poner el sonar en un barco y seguir la misma ruta que hizo el padre secuestrador el 27 de abril: «El sistema de vigilancia sabe por dónde pasó, si se detuvo en algún punto y dónde ha estado parado».

'Sí, pueden encontrar algo'

El sonar tiene una capacidad de cobertura de miles de metros cuadrados, así que también podría localizar las maletas en las que Tomás pudo haber puesto los restos de las niñas. La orografía volcánica impide que un objeto pesado se hunda, y el sonar detectará la forma geomética de las maletas. Pero al ser un suelo rocoso puede haber grietas, y entonces las maletas podrían quedar escondidas y no encontrarse nunca. Pero Luis es optimista: «Sí pueden encontrar algo», asegura.

Con todos sus años de experiencia, Luis Avial lanza su hipótesis de lo que ocurrió: «Tomás acabó con la vida de las niñas en su casa de La Candelaria con somníferos, tal y como hizo José Bretón. Después se deshizo de los cuerpos de las niñas en el mar, y probablemente se suicidó lanzándose al mar». Sobre el hallazgo de los cuerpos, asegura que «igual que creo que el cuerpo de Marta del Castillo va a aparecer algún día, creo que el sonar va a encontrar los objetos lanzados por Tomás desde la embarcación».

José Bretón y Tomás Gimeno, casos parecidos

El secuestro de los hijos o su utilización para hacer daño al otro cónyuge es una forma más de violencia de género. El caso de José Bretón se convirtió en uno de los más célebres de la crónica negra española: cuando su mujer, Ruth Ortiz, le trasladó su intención de divorciarse, se llevó a sus hijos de 2 y 6 años, los durmió con somnífero y los mató haciendo una hoguera en su finca familiar.

Luego simuló el secuestro de los niños, pero los investigadores sospecharon desde el primer momento que los había matado. Los análisis forenses concluyeron que los restos encontrados en la finca eran humanos, y el parricida fue condenado primero a 40 años de cárcel, y luego a 25. Como José Bretón, Tomás Gimeno quiso vengarse de su ex pareja ya que no soportaba los celos de verla con otro hombre, y aprovechó su momento a solas con las menores para llevárselas y desaparecer.