Foto de archivo de Déborah Fernández, asesinada en Vigo en 2002

Una clave del caso Diana Quer puede ayudar a resolver otro crimen

La misma empresa que analizó la tarjeta SIM de Diana entrará en el disco duro del ordenador de Déborah Fernández

El teléfono de Diana Quer siempre fue la clave de la investigación para encontrar su cuerpo. Ahora, la misma empresa que examinó la tarjeta SIM y permitió resolver el caso ha recibido otro encargo: entrar en el disco duro del ordenador de Déborah Fernández para saber qué le pasó, casi 20 años después de su muerte.

La jueza que lleva el caso de Déborah Fernández ha autorizado a Lazarus Technologic el peritaje y análisis del disco duro que puede ayudar a resolver el crimen. Esta es una de las pruebas que la familia de Déborah presentó hace unos meses en el juzgado para reabrir el caso y que se resuelva antes de que prescriba.

El 30 de abril de 2002, hace 19 años, Déborah Fernández desapareció misteriosamente. Su cuerpo apareció desnudo y sin vida diez días después, a 40 kilómetros. La investigación fue una sucesión de errores que impidió dar con el asesino. Y aunque la policía sostuvo en su momento que se trataba de una muerte natural, su familia siempre lo descartó y no a pocos meses para que el caso prescriba ha logrado reabrir la investigación.

Entre las pruebas aportadas hay nuevos testigos de vital importancia, que la jueza quiere empezar a interrogar a partir de mañana. Muchos de ellos ya declararon anteriormente ante la policía, pero incurrieron en múltiples contradicciones y ahora tendrán que aclararlo ante la autoridad policial. La otra gran baza para resolver el caso es el ordenador de Déborah, que podría contener pistas interesantes.

El próximo 30 de abril, la familia de Déborah empezará una campaña en las redes sociales para agilizar el caso e impedir que el asesino quede impune cuando prescriba. Rosa, la hermana de Débora, lo ha explicado así: «Durante 19 años, las autoridades han barajado e insistido en la hipótesis de una muerte súbita. Una teoría desestimada por la familia desde el primer momento y que ha sido refutada por un equipo de prestigiosos forenses de ámbito privado. Déborah no murió, fue asesinada, y por eso luchamos y confiamos en que sepan compensar 19 años de un trato y una dejadez inmerecidos».

La familia pide que se agilicen los pasos en la Justicia para resolver el crimen, y para hacer presión han pedido a todos que el 30 de abril suban una foto de ella en su perfil de redes sociales, en Facebook, Instagram, Twitter y WhatsApp. «Tan solo quedan 365 días de lucha y necesitamos más apoyo que nunca, debemos demostrar que Déborah somos muchos».

Las claves del caso de Déborah

Déborah Fernández vivía con sus padres, Rosa José Carlos, y su hermana Rosa, en Vigo. Era estudiante de diseño gráfico, le gustaba hacer deporte y tenía una vida normal. La mañana del 30 de abril de 2002, fue a una clases de refuerzo en la escuela de diseño, y después a la peluquería, para depilarse: dijo que tenía una cita. A las 3 de la tarde llegó a casa, comió, y se metió en su habitación para conectarse a Internet. 

A media tarde, Déborah volvió a salir de casa con ropa de deporte, sin teléfono ni dinero encima. A las 20.45 y a solo diez minutos de su casa, la joven habló con su prima y le dijo que esa noche no podía quedar porque tenía algo que hacer. A partir de ahí se le pierde la pista, y su cadáver no aparecerá hasta diez días después.

La policía no pidió las cámaras de seguridad o de control de tráfico de la zona donde los testigos aseguraban haberla visto. Primero dijeron que se podía haber marchado de forma voluntarias, y cuando apareció muerta lo atribuyeron a una muerte súbita. Pero la forma en la que apareció el cuerpo y otros detalles hacían pensar que había algo más detrás.

La escena del crimen había sido preparada. Alguien había puesto el cuerpo allí para que lo encontraran. Al lado había un cordón de color verde, y junto a él un pañuelo y un condón. ¿Qué asesino sería tan descuidado de dejar el cuerpo allí, con todas las pruebas al lado? 

Un único sospechoso

La autopsia reveló que había semen en su vagina y que había mantenido relaciones antes de fallecer. Pero había otra cosa extraña: el estado en el que se encontraba el cuerpo no coincidía con el de una persona que hubiera muerto diez días antes. Esto hace pensar que guardaron su cuerpo en un lugar cerrado y luego lo sacaron para trasladarlo hasta allí.

El principal sospechoso siempre fue la ex pareja de Déborah. El registro telefónico muestra que hablaron el mismo día de la desaparición, y además el joven no tiene una coartada sólida. Por si fuera poco, la víctima había recibido amenazas de una mujer desde Argentina, el país donde su expareja pasaba largas temporadas.

La prueba que podría haber resuelto el caso tuvo lugar durante uno de los interrogatorios al sospechoso. Antes de que apareciera el cadáver, la policía fue a buscar a su expareja y uno de los agentes sintió un fuerte olor a podrido que salía del maletero del coche. Al preguntar qué era, él dijo que había olvidado una caja de langostinos y se habían estropeado. La policía se fue de allí sin comprobarlo, y no revisaron el coche hasta ocho años después.

El teléfono de Diana Quer

La familia de Déborah cree que la tarde que desapareció podría haber estado hablando con el asesino por internet. El disco duro puede ser la clave definitiva. También lo fue la tarjeta SIM del iPhone 6 de Diana Quer, tal y como reconoció luego el juez: «La realización de nuevos registros en la memoria interna del terminal de Diana pudo determinar cuál fue el itinerario que la joven realizó el día de su desaparición».

El móvil lo encontró por casualidad un mariscador, y se convirtió en la principal prueba material del caso. Se llevó a Alemania para que una empresa especializada lo analizase, y según el auto del juez, fue clave para estrechar el cerco sobre José Enrique Abuín Gey, alias El Chicle, que tiempo después sería acusado y sentenciado por el asesinato.