El 27 de julio de 2012, Rocío Carrasco ingresó en el Hospital Sanchinarro por las heridas que le había provocado su hija, Rocío Flores. El parte revelaba lesiones compatibles con los malos tratos, así que los médicos le dijeron que tenían que denunciar. Rociíto tuvo que tomar aquel día una decisión muy difícil, pero no dudó ni un instante y pidió que no lo hicieran.
La hija de Rocío Jurado quiso evitar desde un principio que el hospital denunciara los malos tratos a los que fue sometida. Fuentes médicas del centro aseguran que le plantearon esa posibilidad, pero que ella quiso proteger a su hija adolescente.
Rocío Flores propinó a su madre varios golpes e incluso llegó a tirarla al suelo donde siguió golpeándola y dándole patadas. Según el parte médico, sufría «policontusiones con hematomas en la región frontal derecha, con edemas en ambas muñecas, en muslo derecho, en el antepié derecho y un hematoma en el segundo dedo del pie derecho».
Rocío llegó al hospital acompañada de su chófer y después llegó su marido, Fidel Albiac, que no se separó de ella ni un instante. Estuvo en observación en la zona de urgencias, y después de varias pruebas la subieron a planta. Uno de los médicos que la visitó revela que «estaba totalmente destruida psicológicamente». Según el relato de los médicos, en esos momentos se estaba sometiendo a un tratamiento por depresión y padecía trastornos psicológicos que la estaban minando.
Fue entonces cuando le trasladaron su intención de notificar las agresiones a la Guardia Civil: «Cuando le informamos de que teníamos que dar parte, como cualquier otro caso que tenemos de maltrato, ella se negó tajantemente a que nada de lo ocurrido saliera del centro. Le dijimos que estábamos obligados y que debíamos hacerlo, pero ella no paraba de insistir que, por favor, no se mandara ese fax a ningún sitio porque no quería perjudicar a su hija».
Los médicos recuerdan que «si por ella hubiera sido, ese parte jamás hubiera salido del hospital» y que «tenía lágrimas en los ojos». Desde que llegó al hospital y durante todo el tiempo que estuvo ingresada, su gran temor siempre fue que aquello llegara a la policía. Por eso iba pidiendo a los médicos si habían mandado algún papel, y pidiéndoles que no lo hicieran: «Que nadie sepa nada».
«Estaba en un estado de aturdimiento mental muy lamentable y quería evitar a toda costa que nadie de la prensa se enterara, y que el suceso no trascendiera a los medios de comunicación por nada del mundo», explican en el centro.
Cómo sucedió todo
Todo empezó a primera hora de la mañana de aquel viernes, 27 de julio, mientras madre e hija desayunaban en la cocina. La adolescente se preparaba para ir a un cursillo cuando se inició una discusión entre madre e hija. Más tarde declararon en el juzgado que había sido por una nectarina. El caso es que de los gritos pasaron a los golpes y Rocío madre acabó en el suelo con varias lesiones que luego atestiguó el parte médico.
Según la sentencia del Juzgado de Menores número 4 de Madrid, la primera vez que Rocío Carrasco cae al suelo es en la cocina, y la segunda en el pasillo al intentar impedir que su hija se fuera. Rocío Flores, que en aquellos momentos tenía 15 años, salió corriendo y le dijo al chófer que su madre estaba tendida en el suelo.
La menor llamó a su padre, Antonio David Flores, para que la llevara ante la Guardia Civil para denunciar a su madre por malos tratos. Esta denuncia motivó una investigación que acabó en dos causas penales. Rocío Carrasco fue absuelta, mientras que Rocío Flores fue condenada. Desde entonces, madre e hija no se hablan.