Juan Carlos I reapareció hace pocos días para honrar la memoria de su tocaya, la reina Isabel II de Inglaterra.
Su presencia desató muchísima expectación, pues desde su marcha de España, cada aparición pública del monarca hace saltar los ‘flashes’ de las cámaras. Sin embargo, como explica Pilar Eyre, en círculos más cerrados, el ninguneo que recibe es más que evidente.
"Allí estaba Juan Carlos, contra viento y marea, echándole un pulso a Felipe y a una institución que se aguanta de forma precaria", relata la periodista en su blog.
Tras la muerte de la reina, se hizo llegar una invitación a la Casa Real española para asistir al funeral. Pero la sorpresa fue mayúscula cuando, en dicha invitación, se mencionaba que Juan Carlos y Sofía podían acudir al enlace.
Una vez allí, los eméritos y los reyes llegaron por separado, pero la polémica siempre les rodea. Así, medios como el Daily Mail titularon la presencia de Juan Carlos así: 'El deshonrado rey desafía a su gobierno y a su hijo'.
Tras ganar el pulso a Felipe y acudir a Londres, Juan Carlos debía encontrarse con las diversas autoridades que asistían, y evidentemente, con el Rey Carlos III, y con su mujer, Camila.
El rey Juan Carlos, despreciado por la realeza europea tras sus escándalos
Pilar Eyre cuenta que Juan Carlos estaba deseoso de mantener una conversación con el nuevo monarca. Sin embargo, en la recepción que tuvo lugar en el Palacio de Buckingham, Juan Carlos "fue ninguneado. Le hicieron el vacío".
"Quería pedirle su apoyo en el frente que tiene abierto con Corinna en los tribunales ingleses, pero también pretendía recuperar su imagen frente a su hijo y frente a la opinión pública", relata Eyre.
Sin ir más lejos, en el salón en el que se recibió a las autoridades, Juan Carlos "parecía perseguir a Carlos III", pero este iba saludando y se alejaba mientras charlaba con Macron o Máxima de Holanda.
Pero además, Juan Carlos tampoco tuvo suerte con Camila, la mujer del nuevo rey. Y es que, según Pilar Eyre:
"Juan Carlos consiguió aproximarse a Camila y agarrarla con intención de darle dos calurosos besos en las mejillas. Pero la reina consorte pareció resistirse al gesto, apoyando las dos manos en el pecho del emérito".
Todo un desprecio que al emérito le costará olvidar. "Daba entre pena y vergüenza ajena... Se apartó a un lado sin que nadie interactuase con él, se le notaba enfadado, incluso tuvo un gesto brusco hacia doña Sofía, quien parecía tratar de consolarlo", sostiene la periodista.
Está claro que la figura del emérito está muy dañada, no solo en España, sino en Reino Unido. Recordemos que allí tiene un proceso judicial abierto contra Corinna Larsen, y sus escándalos le alejan de ser un miembro respetado de la realeza europea. De ahí el ninguneo que sufrió por parte de Carlos III y su mujer, Camila.