Raúl González Santiago es el más joven de los tripulantes desaparecidos en el naufragio del pesquero gallego en Terranova, Canadá. Tenía solo 24 años, y aunque se había dicho que estaba en prácticas, en realidad embarcó como segundo oficial. Sus últimos mensajes a la familia revelan algo sorprendente .
Raúl era técnico superior en navegación, pesca de altura y transporte marítimo. Había completado las prácticas y el 26 de enero se enroló en el Villa de Pitanxo rumbo hacia aguas del norte. Lo hizo como segundo oficial, aunque realizó labores impropias de su posición en la tripulación.
Según La Voz de Galicia, en su último mensaje explicaba a sus padres que había pasado veinte horas seguidas trabajando en la bodega del barco. Unas labores que no se corresponden con las de segundo oficial. Su familia lo denuncia “en señal de reivindicación hacia los que tienen una formación específica como la de él”.
No estaba donde debería
La familia de Raúl González Santiago, vecino de Cangas de 24 años, explica que no le correspondía estar en la bodega moviendo pescado. Embarcó como segundo oficial, y por lo tanto tenía que estar en el puente. También aclaran que “la relación de embarque no deja lugar a dudas, Raúl no estaba en prácticas”.
En cabeza de la expedición estaba el patrón, Juan Enrique Padín Costas. A continuación iban el primer oficial, Juan Antonio Cordero Coro, y el segundo oficial, Raúl González Santiago. La familia del marinero fallecido está muy molesta por la falta de información, y reivindican el trabajo de su hijo.
Defienden que cada uno de los miembros de la tripulación tienen que ocupar el puesto que les corresponde. Y que no se entiende que Raúl realizara otras funciones fuera de sus responsabilidades como segundo oficial. Si nombre está en la lista de desaparecidos, cuyos cuerpos no han sido rescatados.
Cumplió 24 años en el barco
Raúl nació el 12 de febrero de 1998, así que el pasado 12 de febrero cumplió 24 años en aguas de Terranova, Canadá. Lo celebró por teléfono con su madre y sus hermanos, pocos días antes de verse envuelto en el trágico naufragio. Su gran ilusión era convertirse en capitán de un atunero.
Con esta intención, tenía previsto matricularse en junio para continuar su formación. Esta era la segunda vez que se enrolaba en la campaña de Terranova, y estaba en una situación complicada. Le hacían realizar tareas que no le correspondían pero lo hacía sin rechistar, ya que era un joven muy trabajador.
Tras la alarma emitida por el naufragio empezaron a sonar los teléfonos, entre los cuales el del padre de Raúl. Se encontraba faenando a 7.246 millas de su hijo, en el caladero de las Malvinas. Allí le informaron de que su hijo estaba entre los desaparecidos, a los cuales ya se daba por fallecidos.
Su padre se enteró en alta mar
El padre de Raúl sigue faenando en las Malvinas ya que la campaña dura entre cuatro y cinco meses. Allí lidia con los avatares del mar y con la tragedia de haber perdido a su hijo en las mismas condiciones. En tierra firme están su madre, su hermano y su hermana pequeña, los tres rotos de dolor.
El marinero fallecido se enamoró del mar desde pequeño, cuando veía a los barcos entrar y salir del puerto desde la ventana de su clase. Con los años se bregó en las dificultades de la navegación, como el cansancio y el frío. También aprendió a convivir con la presencia de la muerte, siempre latente en los marineros.
El naufragio del Villa de Pitanxo es la peor tragedia de la navegación gallega en décadas. De los 24 tripulantes solo sobrevivieron tres, y varios cuerpos siguen aún en el fondo del mar esperando a que los rescaten. Entre ellos está Raúl, un apasionado del mar Atlántico y aficionado a los coches deportivos.
Quería dejarlo
El marinero fallecido estudió en la Universidad Laboral de Culleredo, donde sus profesores y compañeros guardaron un minuto de silencio. Allí conocieron la dramática pérdida de su colega, que estaba pensando en dejar la pesca. Este tenía que ser su última misión en Terranova, antes de buscar otros caminos.
Quería seguir vinculado al mar, pero en otras labores que no fuera la pesca. Ya no podrá ser, porque un golpe de mar engulló la embarcación en la que iba en cuestión de minutos. La gran mayoría de los tripulantes murieron congelados en las aguas de Terranova, esas aguas de las que Raúl quería despedirse.
Lejos de allí, en Cangas, sus familiares se suman a la petición de los afectados para que las autoridades recuperen los cuerpos. Mientras, siguen dándole vueltas a lo que ocurrió aquella fatídica madrugada. Saber qué pasó y recuperar el cuerpo de Raúl es el primer paso para iniciar el proceso de duelo.