La noticia ha sacudido a España entera: un joven de 15 años mató este sábado pasado en Elche a sus padres y a su hermano pequeño. Les disparó con una escopeta porque había sido castigado sin internet ni móvil por las malas notas. Con las horas ha trascendido más información, que pone los pelos de punta.
Los investigadores están intentando entrar en la mente de Santi para entender qué le llevó a cometer tal atrocidad. El quinceañero mató a su familia y estuvo tres días conviviendo con sus cadáveres bajo el mismo techo. Tuvo tanta sangre fría, que contestaba a los whatsapp de su madre muerta para seguir manteniendo la ficción.
Finalmente se lo contó todo a su vecina, y esta llamó a la policía que acudió al lugar de los hechos y descubrió la matanza. La noticia conmocionó a la sociedad española y volvió a poner de manifiesta la complejidad de la mente de nuestros adolescentes. Una pregunta sigue rondando en la mente de todos: ¿Por qué?
Quién es Santi
Para resolverla, los investigadores han ido hasta el principio de la historia: ¿Quién es Santi? El autor de la matanza es un estudiante del Instituto Periodista Vicente Verdú de Elche, un chico aficionado a los videojuegos y con bajo rendimiento académico. Es algo tímido, aunque muy activo en las redes sociales.
Santi vivía con su familia en Algoda, una pequeña urbanización de casas unifamiliares en Elche (Alicante). Su padre Jaime, de 51 años, trabajaba en una empresa de mantenimiento de semáforos. Además de cuidar del huerto y los naranjos, era aficionado a la caza y por eso tenía armas en casa.
Quien estaba más pendiente de Santi era su madre, Encarni, que últimamente estaba muy preocupada por las notas de su hijo. Aunque anteriormente se había mostrado como un buen estudiante, en el último trimestre suspendió cinco asignaturas. El castigo por las notas fue el detonante de la tragedia.
El detonante
Para cambiar el rumbo de la deriva de Santi, su madre le trasladó al nuevo instituto que se había inaugurado el 31 de enero. Pero el chaval, lejos de corregir su actitud, se limitaba a decir que le daba pereza estudiar. Como última medida, su madre decidió quitarle el móvil y cortarle el internet.
Al comunicarle la decisión, se desató una discusión que terminó en un baño de sangre en el domicilio familiar. Ni corto ni perezoso, Santi cogió una de las escopetas de caza de su padre, la cargó y descerrajó un tiro mortal a su madre. El siguiente fue su hermano de 10 años, y luego esperó pacientemente a que llegara su padre.
Cuando Jaime traspasó la puerta de la entrada, Santi apretó el gatillo completando así uno de los parricidios más macabros que se recuerdan en España. Cuando la noticia saltó a las televisiones y los periódicos, los vecinos no daban crédito. Tampoco los compañeros de Santi: “No nos esperábamos algo así de él”.
Respondía a los whatsapp
Algoda es una zona de casas unifamiliares muy separadas entre sí por grandes extensiones de terreno. Por eso nadie escuchó los disparos ni observaron nada extraño, hasta que Santi lo confesó todo a una vezina. Según explican en el entorno, los hechos no encajan porque eran una familia de lo más normal.
Según apunta la investigación, tras matar a su familia el menor cogió los cadáveres y los guardó dentro de un cobertizo en la misma propiedad. Llamó al instituto para decir que estaba enfermo y en cuarentena. También cogió el teléfono de su madre muerta para responder a los whatsapp que le llegaban.
Con solo 15 años, Santi logró que el crimen pasara inadvertido, y se tiró tres días jugando a la consola con sus padres y su hermano muertos en casa. Esto es lo que los investigadores no acaban de entender. Cómo un adolescente aparentemente normal puede planificar, ejecutar y ocultar un crimen así con tanta frialdad.
Un chico normal y corriente
Cuando los agentes llegaron al lugar de los hechos se encontraron un escenario digno de las mejores películas de terror. Los tres cadáveres estaban amontonados en el cobertizo, mientras Santi respondía a las preguntas con una frialdad sobrecogedora. Ni siquiera mostró remordimientos por el crimen cometido.
Los que conocen a Santi le describen como un chico normal, sin ningún rasgo que hiciera presagiar la desgracia. Por eso el sentimiento que predomina estos días en el vecindario es el de incredulidad. Nunca lo vieron cabreado ni discutir con nadie, y aunque era algo tímido, cuando se arrancaba hablaba con normalidad.
Según dicen, mantenía una relación correcta y de respeto con sus padres y su hermano. El hecho de que fuera aficionado a los videojuegos y a las redes sociales no le hace diferente a la mayoría de los adolescentes españoles. Por eso su mente se ha convertido en uno de los mayores retos de la psiquiatría forense.
Enganchado a los videojuegos
También ha trascendido que entre sus lecturas escolares estaba “La edad de la ira”, la historia de un adolescente que mata a su padres y hiere a sus hermanos. Como en el caso de Santi, en la novela nadie del entorno prevé los hechos ni sabe explicar el por qué. Quizás sea solo una casualidad, o tal vez no.
Según ha trascendido también, el parricida estaba enganchado al videojuego ‘Fortnite’. Los expertos tendrán que esclarecer ahora si su adicción a los videojuegos pudo alterar su conciencia. Pero en todo caso, su caso recuerda mucho al de José Rabadán, el célebre asesino de la catana, ocurrido en Murcia hace 22 años.
En aquella ocasión, el adolescente fue condenado a ocho años de reclusión en un centro de menores y, al salir, rehizo su vida. De momento, el juez ha decretado su internamiento en un centro de menores de forma provisional. Su historia forma ya parte de los grandes enigmas de la crónica negra española.