El cáncer es una de las principales causas de mortalidad entre niños y adolescentes en todo el mundo. Anualmente se diagnostica esta enfermedad a aproximadamente 300.000 niños de entre 0 y 19 años. En España esa cifra disminuiría hasta los 1.400 casos al año.
Paula, una joven de 16 años que sufre esta enfermedad, «Uno de mis peores momentos fue cuando me tuvieron que cortar todo mi pelo», explica la joven. Y es que son detalles comunes a su edad en la que la apariencia física lo es todo. «Todas mis amigas tienen melena larga, como yo antes que me la cuidaba mucho, pero ahora no puedo. Me ofrecieron ponerme una peluca, pero les dije que no; preferí un pañuelo porque el impacto de quitarme la peluca y verme calva me resultaba mucho más duro», comenta la adolescente
Otro de sus momentos complicados fue «que no pude irme a París, tal y como habíamos planeado un grupo de amigas, pero mi estado de salud no me lo permitió. Se fueron mis amigas».
Algo que no entiende y que no le gusta absolutamente nada es ese sentimiento de pena por parte de la gente y que esta misma se gira a observarla cada vez que pasea por la calle. «Yo entiendo que no estén acostumbrados a ver a personas tan jóvenes con cáncer, pero, ¡por favor, que sean más discretos! Nos hacen sentir mal con sus miradas. Tampoco queremos que nos traten con lástima ni pena. Somos igual que el resto de personas, pero con una enfermedad».
A pesar de los malos momentos que ha sufrido la joven de 16, la enfermedad le ha ayudado a valorar los pequeños detalles y el sentido de la vida. «Me he hecho más fuerte. Es más, mi madre me dice que, si puedo con esto, puedo con cualquier cosa. Es verdad, yo también lo creo».
De la misma forma, también explica que el cáncer le ha enseñado a ser más cariñosa con los suyos «más bien soy un poco fría. Ahora no paro de dar besos y abrazos a mi madre. La enfermedad nos ha unido mucho», también siente que durante este trascurso está madurando mucho y se ha dado cuenta de quién está ahí para apoyarla en los momentos malos y quién no.
Un mensaje alto y claro
La joven también ha querido mandar un mensaje a todos los jóvenes que, como ella, se tienen que enfrentar a un bache tan duro en sus vidas como es el cáncer, en una de las épocas más bonitas, la adolescencia. «¡Que no se rindan nunca!, que sean muy fuertes porque vamos a salir de esta situación. ¡Y que sonrían, que sonrían mucho! Cuando les venga un bajón que centren todo su pensamiento en cosas bonitas, en todo lo que van a poder hacer cuando estén mejor y en la gente buena que está a su alrededor. Yo ahora sueño con ponerme bien, acabar mi curso y, el año que viene trasladarme desde mi pueblo de Ávila (Ladrada) a Madrid para estudiar y ser azafata de vuelo. Ya me queda menos», confiesa.
Una joven luchadora que no se rinde en ningún momento, y que así lo corrobora Raquel, su madre. «Hasta seis veces fui para que la hiciera una analítica. Será instinto de madre, pero yo sabía que a mi hija le pasaba algo porque no era normal su estado de debilidad durante tanto tiempo ni una fiebre tan elevada». En ese momento la llevó a un hospital en Madrid y el diagnóstico no tardó en venir: «Su hija tiene leucemia»
«La habitación de mi hija en el hospital siempre fue una fiesta, aunque yo estuviera con miedo, tristeza y destrozada por dentro. Recuerdo que mi marido estaba de viaje y mi otro hijo de 13 años estaba solo en casa. Pasamos seis meses de hospital, en los que solo pudo volver a casa once días. Además, nos pilló de lleno todo el confinamiento por el Covid-19. Era difícil ser optimista. Sin embargo, la habitación de mi hija en el hospital siempre fue una fiesta. Aunque yo estuviera con miedo, tristeza y destrozada por dentro, por fuera siempre le mostré alegría, buen humor y fortaleza para que se contagiara de optimismo y, con el estado de ánimo fuerte, pudiéramos vencer a la enfermedad».
Raquel confiesa que su hija se tomó muy bien el diagnóstico desde los primeros momentos. «Supo el tipo de leucemia que tenía y que necesitaba un trasplante, que, gracias a Dios, pudo hacerle la donación su hermano de 13 años. Todo salió bien. Lo peor fue cuando nos dijeron que podía reproducirse el cáncer», explica la madre emocionada.
«Yo no quería dinero, quería que mi hija pudiera seguir formándose y no se hundiera en su enfermedad»
Otro ejemplo de madre coraje que quiere vivir el presente sin adelantarse a los acontecimientos y ve que su hija está mejor, aunque con muchas consultas médicas y revisiones ginecológicas, entre otras, para evitar que la quimioterapia afecte lo menos posible a su desarrollo.
En estos días Paula ya está en casa recuperándose, y todavía no puede ir a clase por su delicada salud y porque un posible contagio de covid supondría un grave riesgo. «Por las mañanas se levanta muy cansada y le cuesta reaccionar. A veces le compro unos churros para desayunar y animarla. Después se conecta a las clases online y también pasa tiempo en redes sociales charlando con amigas. De momento no puede salir a la calle».
Campaña de concienciación El Botón de la Sonrisa
Es esencial el apoyar y visibilizar a los niños y adolescentes con cáncer. Tristemente la pandemia del coronavirus a silenciado esta lacra y ha supuesto un antes y un después para los pacientes oncológicos, sobre todo los infantiles, ante los retrasos en tratamientos y operaciones fundamentales para estos
Por su parte, Paula, la joven de 16, participa en la Campaña El Botón de la sonrisa que, desde la Fundación Aladina se busca concienciar sobre la importancia del cáncer infantil, que hasta ahora continúa siendo la primera causa de muerte en los menores de 18 años tanto en nuestro país como en el resto de Europa, y visibilizar esta realidad a la que se enfrentan los pequeños inmersos en plena pandemia del covid.
Desde la fundación, se busca construir una vía de escape presente para este colectivo, para brindarles el apoyo psicológico, emocional y material que puedan necesitar.