Indonesia vuelve a sorprender con sus castigos a quienes no respetan las medidas impuestas para frenar la expansión del Covid-19.
Hace unas semanas, las autoridades indonesias sorprendieron al mundo con su impactante idea para lanzar el mensaje de la importancia de llevar mascarilla ante el avance del virus, que se ha cobrado ya más de 9.000 vidas y ha infectado a 220.000 personas. Varias zonas del país obligaban a quienes eran sorprendidos sin llevar mascarilla a meterse dentro de ataúdes.
Frente a ellos, un agente de la autoridad se encargaba de contar hasta cien para que los ocupantes de los féretros sintieran bien cerca la muerte y aprendieran la lección. Pero no sólo eso, esta pena llevaba implícita un multa de 100.000 rupias para los infractores.
Un nuevo castigo
Ahora las autoridades indonesias han querido ir más allá en esta curiosa campaña con la que quieren concienciar a la población de la necesidad de frenar los contagios.
Desde esta semana, aquellos que sean vistos en la vía pública sin mascarilla tendrán que realizar un trabajo comunitario poco agradable, cavar tumbas para los fallecidos por Covid-19. Quizá así tomen nota y no reincidan. Aunque por precaución no manipularán los cuerpos de los muertos, sí que tienen que abrir los agujeros en la tierra para depositarlos.
Por ahora, ya han sido 8 hombres los castigados en lo que va de semana en la provincia de Java Oriental. Los improvisados sepultureros se han puesto a trabajar en el cementerio público de Cerme, cavando zanjas durante ocho horas al día.
«Solo hay tres sepultureros disponibles en este momento, así que pensé que podría poner a estas personas a trabajar con ellos», explicó el jefe del distrito, Suyono añadió que las autoridades locales se han cerciorado de que ninguno de los nuevos voluntarios forzosos participe en los funerales que se celebran a diario.
Suyono confía en que esta modalidad de trabajo comunitario ayude a generar un efecto disuasorio para que todos los ciudadanos cumplan la normativa y utilicen la mascarilla en la vía pública. Y es que en Indonesia las autoridades se han tenido que emplear a fondo para dispersar las reuniones públicas en la calle.