Su historia de superación empieza en octubre de 2018, cuando los médicos le diagnosticaron un tipo de cáncer muy agresivo. Lejos de hundirse, aprendió a hacer frente al miedo y al dolor con su mejor arma, la fe. Su madre asegura que esto le ha ayudado a morir tranquila, en paz.
“Un ángel caído del cielo”, así es como Constanza Alva recuerda a su hija cuya historia ahora quiere dar a conocer. “Fue una noticia muy desafiante, nos cambió las vidas”, explica, “pero la oración diaria nos dio fuerzas para sobrellevarlo”. Madre e hija se encomendaron a la fe para superar el miedo.
Después de noches sin dormir, desesperada por la situación, Constanza buscó consuelo en un sacerdote del hospital. “Solo tienes que confiar en la Divina voluntad”, le aconsejó este. Desde entonces, se convenció de que “pasara lo que pasase, iba a ser lo mejor para nosotros”.
Gracias a sus creencias Pía y su familia pudieron sobrellevar mejor el peso de la lucha contra el cáncer. “No es que llegue el cáncer y de repente tengamos que rezar, la fe es un camino a cultivar cada día”, dice esta madre. Su hijo mostró una gran devoción, y muchas ganas de curarse.
Un camino de dos años y medio
Cuando recibió el primer tratamiento de quimio, Pía decidió cortarse el pelo que lucía con una larga melena. “Estaba feliz de poder donarlo, y siempre con una sonrisa empezó a hacer sus pañuelos”. El apoyo familiar fue fundamental, y sus hermanos se raparon el pelo para empatizar con ella.
Un día, al volver del hospital después de una sesión de quimio, Pía se encontró mil grullas en el techo de su cuarto. “Cada grulla era un avemaría hecha por las madres del colegio de Pía”, explica Constanza. “Mil avemarías fue la mejor herramienta para sobrellevar el dolor”.
Así es como la familia y los amigos de la niña transitaron “un camino bonito, espontáneo y de fe” durante dos años y medio. En los momentos de sufrimiento, Pía dio una lección de fortaleza mostrándose “como una chica normal, siempre coqueta, conjuntando el pañuelo con sus vestidos”. Ahora recuerdan con cariño la empatía que sintió Pía en su enfermedad.
En la foto de curso hace dos años, Pía llegó al colegio y se dio cuenta de que todos sus compañeros se habían puesto un pañuelo en la cabeza. “Ahí nos dimos cuenta de que a pesar del dolor y el sufrimiento, el amor siempre es más fuerte”, dice su madre.
Sabía que se acercaba su hora
La gran prueba de fuego llegó hace unos meses, cuando el estado de Pía empeoró hasta el punto de no poder caminar. A pesar de la adversidad, “siempre luchaba por estar con una sonrisa, rezando y sin perder la esperanza de un milagro”. Consciente de que llegaba su hora, la niña quiso despedirse de todos.
“Dijo que en su funeral quería a todos de blanco, que no quería a nadie triste y que llevásemos flores blancas”, recuerda su madre. Fue entonces cuando visitó al sacerdote para preguntarle cómo sería el momento de su muerte. “Dios va a venir a llevarte con él en sus brazos”, le respondió este.
En ese instante, Pía sintió que estaba preparada para morir: “Ella se quedó tranquila, en paz”. Su familia quiere que el ejemplo de la niña sirva de inspiración para otras personas. Empezaron a concienciar a través de redes sociales para vivir con fe y positividad ante las adversidades.
El mensaje de Pía a todo el mundo
“Luchar contra el dolor con amor, con fe y comunidad, con fuerza, ese fue el mensaje que nos dejó Pía”, concluye su madre. Su hija luchó hasta el final “de una manera hermosa, rodeada de amor y de fe”. De ahí nació el movimiento Pía Power, que quiere servir de apoyo a todos los enfermos.