La familia de Rocío Caíz, joven asesinada y descuartizada en Estepa (Sevilla) se encuentra doblemente afectada. Por un lado, por el dolor de perder a una hija de una forma tan brutal. Pero además, también por el reto de cuidar del bebé de cuatro meses huérfano.
Rocío tenía 17 años cuando el pasado 3 de junio su ex pareja la asesinó y la descuartizó. Los dos habían tenido un bebé hacía cuatro meses. Justo después de nacer la criatura, la joven decidió poner fin a la relación con su pareja.
Él, un chico rumano de 23 años llamado Adrian, la mató la madrugada en la que ella había ido a su casa a recoger las cosas del niño. Su familia denunció la desaparición, y la Guardia Civil estuvo buscándola durante días con la esperanza de hallarla con vida.
Sin embargo, todas las ilusiones se desvanecieron el pasado jueves por la noche. Justo una semana después del crimen, Adrian se presentó voluntariamente a la comisaría y confesó el crimen. También explicó cómo se había intentado deshacer del cuerpo.
El joven había cortado el cuerpo de la chica en pedazos, lo había metido en bolsas y las había repartido por el municipio donde vivía. Él mismo colaboró en la localización de los restos. Quedó detenido por un delito de homicidio y profanación de cadáver.
Una esperanza truncada
Cuando Adrian confesó su macabro crimen, en todas las teles daban el hallazgo del cuerpo de la pequeña Olivia en Tenerife. El caso de las niñas desaparecidas centró toda la actualidad. Y la tragedia de Rocío quedó en un segundo plano.
Pero en Martín de la Jara, localidad sevillana en la que vivía Rocío con su familia, la noticia cayó como un mazazo. Horas antes, su propia madre había intervenido en un programa de máxima audiencia para hacer un llamamiento y que volviera a casa.
A pesar de que su ex novio fue sospechoso desde el principio, la familia de la joven guardó hasta el último momento la esperanza de volver a verla con vida. La confirmación de su muerte dejó un dolor imborrable. Un dolor que ahora se multiplica por dos.
Un entorno desfavorecido
La familia de Rocío forma parte de un entorno desfavorecido en el que es muy difícil sacar a un hijo adelante. Tras la muerte de la chica, un bebé de cuatro meses ha quedado huérfano. Y su entorno no sabe cómo hacer frente a este desafío.
Todos los miembros de la unidad familiar se encuentran en el paro. Ni siquiera tienen una cuna para acostar al niño, y están preocupados por su sustento. La tía de Rocío explica que «para colmo, se les ha estropeado el frigorífico».
Por eso han hecho un llamamiento a las instituciones para que les presten ayuda, y están a la espera de que el ayuntamiento les dé una solución. Mientras, siguen esperando poder enterrar a Rocío, cuando acabe la instrucción.
Al dolor de la muerte y de la espera se suma la incertidumbre por la crianza del bebé. Para ello necesitan pañales, leche, ropa, una cuna. Las cosas básicas para poder cuidar a una criatura con todas las necesidades básicas cubiertas.
Piden la colaboración de sus vecinos
El niño tendrá que crecer con la situación ya de por sí dolorosa de haber perdido a su madre a manos de su padre. Quieren que al menos lo haga en un entorno favorable. Y por eso piden la ayuda de todos en un llamamiento desesperado.
Piden la colaboración de todo el que pueda aportar a una ayuda. Se ven obligados a pedir la ayuda de vecinos y personas que se solidaricen con ellos. Lo hacen con la sensación de que no van a recibir de las instituciones el apoyo esperado.
De momento, ya se ha puesto en marcha una iniciativa para llevar víveres y todo lo que se pueda. En concreto, al supermercado de confianza de la familia en El Saucejo. La dirección es Supermercado Ayala, calle Hebilla, número 137, 41650 El Saucejo (Sevilla).