Andrés Filomeno tiene 72 años y sus vecinos le definen como un hombre tranquilo. En el sótano de su casa han descubierto 4.000 restos humanos. Se le acusa de la muerte de al menos 30 mujeres a las que habría matado y descuartizado.
A Andrés se le conoce ya con el sobrenombre de «el carnicero de Atizapán». Su caso ha consternado a la sociedad mexicana. Ha sucedido en el mismo lugar donde actuó otro célebre asesino en serie de mujeres, el «monstruo de Ecatepec».
En el mismo lugar detuvieron también a Óscar García Guzmán, un estudiante autor de la muerte de al menos tres chicas. Estos tres casos han vuelto a reavivar la polémica sobre los feminicidios en México.
En 2018 la Policía detuvo a Juan Carlos Herández y a su esposa por la muerte de al menos veinte mujeres. Los monstruos de Ecatepec secuestraban a sus víctimas, las mataban, las cocinaban y se las comían. El caso generó una verdadera conmoción.
Al año siguiente detuvieron a Óscar, al que apodaron «monstruo de Toluca». Y hace apenas unos días salió a la luz el caso de Andrés, el caníbal de Atizapán. Su historia encierra una mente demencial que tiene atemorizado al Estado de México.
Un descubrimiento horrible
El pasado 15 de mayo, un policía llamado Bruno llamó a la puerta de Andrés en Atizapán, Estado de México. Hacía días que no sabía nada de su esposa Reyna. Lo último que dijo fue que iba a casa de este hombre de 72 años.
Este se mostró nervioso, dijo que Reyna no estaba allí y le impidió la entrada. El esposo entró a la fuerza y al registrar la casa se encontró con una desagradable sorpresa. El cuerpo de su mujer estaba descuartizado encima de una mesa.
El policía redujo a Andrés y llamó a sus compañeros para que le detuvieran. Así cayó el carnicero de Atizapán. Los investigadores siguen excavando en el sótano de su casa, donde ya han aparecido casi 4.000 huesos humanos.
Junto a los huesos hallaron zapatos de mujer, bisutería, esmalte de uñas y un secador de pelo. También dos carnets pertenecientes a Rubicela y Flor, desaparecidas en 2016 y 2019. Confesó que mató a varias mujeres y se las comió.
Anotaba sus fechorías en una libreta
Los investigadores realizaron otro hallazgo macabro, el de una libreta con 29 nombres y anotaciones escalofriantes: «Edad 28 años, cabeza 4.5 kilos, páncreas, hígado, corazón, 4 kilos. Cada pierna pesa 25 kilos, brazo derecho 14 kilos, costilla y brazo izquierdo 17».
El propio Andrés ha confesado que es un asesino caníbal y que lleva matando desde 1991. Fue presidente del Consejo de Participación Ciudadana. Regalaba balones a los niños de la calle, repartía comida a familias de la zona, y mataba y descuartizaba mujeres en su casa.
Seducía a las mujeres con dinero
Al menos una vez por semana iba al bar del barrio a tomarse una copas. Luego se iba a su casa, siempre acompañado de alguna chica. Según sus vecinos, las mujeres le seguían porque siempre traía dinero y pagaba muy bien.
En 2016 fue interrogado por la desaparición de una persona, pero nunca llegó a levantar sospechas. Había desaparecido una mujer y su hijo. Le hicieron algunas preguntas a las que respondió tranquilamente, y luego se fue.
Su último crimen, el de Reyna González, fue el que le delató. Esa mujer trabajaba en una tienda de teléfonos móviles. Ella y su marido Bruno conocían a Andrés, al que incluso habían ayudado económicamente.
Tras la desaparición de su mujer, Bruno ubicó la última señal de su móvil y acudió al lugar. Este no era otro que la casa de Andrés, que aún tenía el cadáver de Reyna encima de la mesa. Luego descubrieron miles de restos óseos en el sótano.
La confesión del asesino caníbal
Andrés Filomeno reconoció ante el juez ser el autor del asesinato de varias mujeres, entre las cuales Reyna. «Yo lo único que quiero es decir la verdad, lo he hecho, ya ni modo», declaró. En su libreta constan asesinatos desde 1994.
Los forenses siguen excavando en su sótano en busca de más restos. Mientras, se están llevando a cabo las labores de identificación de los huesos. En el lugar han encontrado fotos y vídeos del asesino desmembrando a sus víctimas.
En su declaración explicó que seleccionaba a mujeres de entre 20 y 30 años. Las escogía «porque eran bonitas». Trataba de seducirlas y llevarlas hasta su casa, donde las mataba clavándoles un cuchillo en el corazón.
Andrés había trabajado algunos años como carnicero y tenía experiencia en el manejo de cuchillos. Las desmembraba con la precisión de un experto y desollaba su rostro para conservarlo. En su sótano han aparecido varias máscaras humanas.
También confesó que llegó a comerse algunos de los restos mortales. El caso sigue bajo investigación, mientras el carnicero de Atizapán forma ya parte de la historia del crimen.